Doxa y Logos
Kant y algunos lineamientos para la paz
Nicolás Parra
n.parra24@uniandes.edu.co / @nicolasparrah
Es cierto que a muchos filósofos los tildan de personas que padecen de una ceguera frente a la realidad, simplemente por tener una visión racional a un mundo de las ideas que nada tiene que ver con la guerra y los ademanes más viles de la humanidad. La postura simplista es que el político se encarga de la arcilla humana y, en cambio, el filósofo se encarga de la forma ideal de la humanidad. Digo que esta idea es simplista, aunque en muchos casos acertada, porque existen filósofos que a pesar de dedicarse a la reflexión y a pesar de no haber salido de su pueblo natal, idearon unos lineamientos básicos para todo tratado de paz. Un ejemplo paradigmático de ese tipo de filósofos es Immanuel Kant, quien no solo estuvo obsesionado con la libertad y la experiencia humana, con los límites del conocimiento humano, sino también con una visión muy aguda sobre el significado de la paz.
Hace poco releí su escrito La paz perpetua, publicado en 1795, 14 años después de la Crítica a la razón pura, una de sus obras cumbres. Es un pequeño libro que oscila entre un mandato de constituir una sociedad internacional regido por un derecho cosmopolita y una crítica de la paz perpetua, entendiendo la palabra “crítica” en el sentido kantiano de formular las condiciones de posibilidad sobre su realidad y sus límites. Kant parte de una idea crudamente realista e influenciada por Thomas Hobbes: lo que es natural al hombre es la guerra y no la paz, de manera que para lograr lo primero tenemos que ser simplemente como somos, pero para alcanzar la paz tenemos que transformarnos en lo que no somos, superarnos a nosotros mismos.
Después de partir de esa idea, Kant nos introduce en otra que es más desoladora que la anterior: la paz perpetua es una idea irrealizable. Esto no quiere decir que debamos abandonar esta idea, todo lo contrario, lo que significa es que no solo debemos aproximarnos a esa idea, sino también orientar nuestras relaciones políticas a partir de la idea reguladora de la paz.
A pesar de estas dos ideas desesperanzadoras para forjar un tratado de paz, Kant desarrolló unos lineamientos para aproximarnos a la idea de paz y tratar de realizar lo irrealizable: transformar nuestra naturaleza. Estos lineamientos son: (i) negociar con buena fe, (ii) aceptar un desarme total y progresivo, y (iii) no intervenir violentamente en la constitución o gobierno de otro Estado, entre otros lineamientos que no discutiré acá.
La buena fe es un principio básico no solo del Derecho, sino de cualquier negociación: debemos comunicar sin mantener reservas secretas a nuestras promesas y concesiones. Para comprendernos, debemos partir de que no estamos manteniendo oculto lo que realmente queremos decir. No es fortuito que la frase con la cual Kant comienza la Paz perpetua es, precisamente, la encarnación de ese principio: “No debe considerarse válido ningún tratado de paz que se haya celebrado con la reserva secreta sobre alguna causa de guerra en el futuro”.[1] Es evidente que si queremos terminar de negociar un tratado de paz después del triunfo del No, no pueden existir agendas ocultas, engaños y razones no reveladas en el curso de las negociaciones.
El siguiente lineamiento es la desaparición total de los ejércitos o el desarme total progresivo. Las armas siempre serán una amenaza de guerra y, en consecuencia, el no desarme continuará siendo una potencialidad latente de una guerra futura. Un tratado de paz que no implique el desarme total (así sea progresivo) es, a la postre, un tratado de paz que albergará en su seno la posibilidad de una guerra futura.
Finalmente, el último lineamiento se puede resumir en la prohibición de que los Estados se inmiscuyan por la fuerza en la constitución y gobierno de otros Estados o de aquel con quien se está negociando la paz. Esta propuesta kantiana reitera la idea de que cualquier injerencia en la constitución debe estar reglada por la ley y, en consecuencia, la persecución de la paz no puede ser una excusa para permitir intervenciones de terceros por vías coercitivas y no jurídicas.
Este breve texto de Kant nos sirve para reflexionar sobre las condiciones mínimas que todo tratado de paz debe incluir para superar nuestra naturaleza conflictiva y orientarnos por una idea irrealizable, pero persuasiva que siempre debe estar presente en nuestra vida en común: la paz.
[1] Kant, I. Sobre la paz perpetua. Madrid, Editorial Alianza, pág. 43.
Opina, Comenta