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Actualizado hace 14 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Análisis


La importancia de rodearse de asesores especializados

28 de Junio de 2019

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David Matiz Pinilla

Consultor y abogado litigante de la firma David Matiz Abogados & Consultores

 

Han pasado 267 años desde que, el 15 de junio de 1752, Benjamín Franklin hizo volar una cometa durante una tormenta. Con ello quería demostrar la naturaleza eléctrica de los rayos y lo consiguió. Con su experimento no solo logró domesticar algo que hasta entonces era entendido como un fenómeno sobrenatural, sino que, además, fue el precursor del pararrayos.

 

Franklin no solo debe su fama a su genialidad científica y carácter emprendedor. Puede que su importancia histórica se deba, también, a otro motivo. Desde muy pequeño entendió uno de los principios básicos del ser humano: su naturaleza social. En el libro Benjamin Franklin: An Amercian Life, su autor, Walter Isaacson, cuenta que Franklin pensaba que “lo que un buen hombre hace solo, es pequeño comparado con lo que puede hacer colectivamente”. A través de la aplicación práctica de este principio logró conquistar su lugar en los anales de la historia y se postuló como uno de los padres fundadores de EE UU, hoy y ayer, uno de los países mundialmente pioneros del emprendimiento.

 

Así entonces, ¿qué hace que a lo largo de la historia EE UU haya podido sostener una posición dominante en la creación de emprendimientos? Tocqueville —reconocido por ser el pensador francés más importante del siglo XIX— sugiere una respuesta: “Los estadounidenses de todas las edades, todas las condiciones y todas las disposiciones, forman asociaciones constantemente”.

 

El emprendedor no es como el llanero solitario

 

Como todo fenómeno originado por la creatividad humana, el emprendimiento es —y así debe entenderse— una extensión del ser humano. Luego les son aplicables sus mismos principios. Desde esta perspectiva, el emprendimiento comparte la naturaleza social del ser humano. Puede decirse, entonces, que lo que un emprendedor hace solo es pequeño comparado con lo que puede hacer colectivamente.

Para sobrevivir en el entorno empresarial contemporáneo —casi siempre salvaje— todo emprendedor debe encontrar mecanismos eficientes para interrelacionarse con los demás actores. En buena proporción el éxito de sus relaciones con la sociedad dependerá de la adecuada selección de asesores especializados. Contadores, publicistas, asistentes administrativos y abogados, entre muchos otros, son, sin duda alguna, los componentes básicos del ecosistema empresarial; son y actúan como el eslabón de una cadena. Aislados son piezas; unidos, no solo se levantan como el engranaje de las empresas, sino como el sustrato mismo del sistema capitalista. “No tiene sentido contratar a personas inteligentes para decirles lo que tienen que hacer; contratamos a personas inteligentes para que nos digan lo que tenemos que hacer”, afirmó Steve Jobs.

 

Efectividad en las relaciones grupales

 

En su libro El ejecutivo eficaz, Peter Drucker (considerado por algunos como padre del managment) expone los cuatro requisitos básicos que, según su criterio, forjan efectividad en las relaciones grupales:

 

Comunicación

 

Drucker considera que la comunicación del entorno empresarial ha cambiado poco en relación con aquella de hace 20 o 30 años. En efecto, la deficiencia principal en la comunicación, según él, consiste en que se sigue promoviendo de arriba hacia abajo. Es una comunicación dispar, jerárquica, de mando. El autor propone entonces tres preguntas que un buen director debe plantearse siempre si desea conseguir una comunicación más efectiva con sus colaboradores: “¿De qué contribución —la organización y yo, vuestro superior— podemos responsabilizarnos? ¿Qué debemos aguardar de ustedes? ¿Cuál es la mejor manera de utilizar vuestros conocimientos y vuestra habilidad?”. Es posible que planteadas estas preguntas la comunicación fluya y se facilite.

 

Trabajo de equipo

 

En Tribus, su best seller, Seth Godin afirma que “durante millones de años, los seres humanos hemos formado parte de una u otra tribu. Un grupo solo necesita dos cosas para convertirse en una tribu: un interés común y un modo de comunicarse”. En El imperio de la Justicia, Ronald Dworkin explica que, como seres sociales, “vivimos dentro de la ley. Ella nos convierte en lo que somos: ciudadanos y empleados, doctores y cónyuges, personas que poseen cosas. La ley es espada, escudo y amenaza […] somos súbditos del imperio de la ley”.

El imperio de la ley sujeta tanto al empresario como al ciudadano. Como ente colectivo, la empresa debe siempre mantener excelente relación con las estructuras normativas. Para que esta comunicación sea efectiva debe buscarse un interlocutor especializado. Y para este efecto, ¿quién mejor que un abogado? El asesor jurídico se especializa en comprender la situación, definir el problema, aclarar las implicaciones y generar soluciones legales. El asesor legal es el puente de comunicación entre la empresa y el mundo normativo. De allí la importancia de contar con uno. Lo mismo puede predicarse de los contadores, los publicistas, los community managers, etcétera. Si el empresario aprende a trabajar con ellos, en equipo, podrá explotar al máximo todo su conocimiento especializado para generar una comunicación eficiente y fluida entre el ambiente interno de la empresa y su entorno.

 

Autodesarrollo

 

Para alcanzar un nivel de desarrollo personal, que refleje sus efectos en los grupos de trabajo que componen cualquier empresa, hay que concentrarse en la contribución. Para esto Drucker sugiere comenzar planteando los siguientes interrogantes: “¿Cuál es el mayor aporte que puedo hacer para contribuir al buen funcionamiento de esta organización? ¿De qué manera debo desarrollarme? ¿Qué conocimientos y qué práctica debo adquirir para poder brindar esa contribución? ¿Qué energías debo poner al servicio de ello? ¿Qué pautas he de trazarme?”.

 

Desarrollo de los demás

 

Para evolucionar dentro del universo empresarial, los actores deben tener en cuenta cómo conseguir cosas con y a través de las personas. De la misma forma en que muchas de las opiniones de este artículo descansan sobre diversas opiniones de expertos, la empresa también debe apoyar sus actividades diarias sobre el conocimiento de asesores especializados.

 

Recuadro

 

Ejercicio para una buena gestión empresarial

 

En su libro MBA personal, el formador empresarial Josh Kauffman enseña seis principios básicos para conseguir una buena gestión empresarial a través del desarrollo de los demás:

 

•             Reclutar a un grupo reducido de personas capaces de lograr lo que se han propuesto, con rapidez y con la mayor calidad posible.

 

•             Comunicar con claridad cuál es el objetivo que se persigue, definiendo las responsabilidades de cada miembro y la situación en la que se encuentra.

 

•             Tratar a la gente con respeto. Esto implica aplicar, hasta la saciedad, el reconocimiento y la amabilidad con los semejantes.

 

•             Crear entornos donde todos puedan ser productivos, y luego dejar que cada uno haga su trabajo.

 

•             Abstenerse de albergar expectativas poco realistas en lo que respecta a la certidumbre y la predicción.

 

•             Proponer medidas para determinar si lo que se está haciendo funciona. En el caso contrario, se debe revaluar la estrategia.

La aplicación práctica y sistémica de los referidos principios facilitará una comunicación más efectiva entre las personas que conforman el grupo de trabajo. En el mundo actual, este ejercicio puede traducirse en la mayor o menor capacidad de supervivencia de una empresa en un hábitat caracterizado por altos niveles de competitividad. Como afirma Jean Claude Bessudo: para alcanzar el éxito “hay que incluirlos a todos en la empresa”. Y, para ello, será necesario crear asociaciones. 

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