Una ministra de Minas no extractivista
Juan Manuel Camargo G.
Tumbar ministros es uno de los objetivos de cualquier partido de oposición y, cuando alguien da tanta papaya como nuestra actual ministra de Minas y Energía, no es de extrañar que esta sea aprovechada. Si la ministra Vélez fuera funcionaria del gobierno Duque, es seguro que el Pacto Histórico la estaría destrozando. Así que todos los episodios que se ventilan por los medios hay que tomarlos como gajes del oficio.
Novatadas aparte, el sitio web de la Presidencia (que ahora tiene un subdominio llamativo: petro.presidencia.gov.co), indica que la doctora Vélez –quien estudió filosofía, es magíster en Estudios Culturales y doctora en Geografía Política– “será la encargada de liderar la transición hacia una economía no extractivista”.
Esas son palabras mayores. Más bien, monumentales. Las ideas sobre una economía no extractivista rondan desde hace décadas, y básicamente se basan en la idea de, bueno, no extraer los recursos naturales. Así que actualmente tenemos una ministra de Minas y Energía cuyo objetivo declarado será hacer la transición hacia un modelo económico en el que no se exploten las minas y no se extraiga el petróleo.
Una verdad de Perogrullo es que identificar un problema no significa, de ningún modo, saber cómo arreglarlo. Confundir ambas cosas es, quizás, un mal de nuestras tierras. Puede que seamos acertados en juzgar que un equipo de fútbol juega mal, pero criticarlo no contribuye por sí solo a que juegue mejor. Los que defienden la economía no extractivista han sido acertados y concienzudos en identificar grandes males asociados a la extracción de recursos naturales; particularmente, el daño al ambiente y, en muchos casos, violaciones a los derechos humanos de las comunidades vecinas o los trabajadores. Pero su única solución es acabar con la extracción. Esta corriente de pensamiento ha fracasado rotundamente en el propósito de erigir un modelo económico basado en la no extracción. Su fracaso es tan absoluto que, en realidad, ni lo intentan. Por consiguiente, la teoría de la economía no extractivista tiene mucho de no extractivista y cero de doctrina económica.
Y aquí es donde esta misión declarada de la ministra se conecta con una de las perlas que tanto le han criticado: la teoría del decrecimiento económico. Ambas cosas están indisolublemente unidas. Si yo defiendo la idea de que no haya ninguna extracción de los recursos naturales, y no tengo ni idea de cómo podría funcionar una economía boyante en ese escenario, lo único que puedo concluir es que hay que disminuir la actividad económica. La sociedad debe dedicarse a cultivar, tejer con fibras naturales, no viajar, etc. Con esa visión, países como Cuba quedan reivindicados.
Mientras tanto, aunque prohibir la minería legal se puede hacer con un decreto, la minería ilegal –que es uno de los dos pecados ambientales de Colombia; el otro es la deforestación– es un problema de orden público que no se va a remediar con un papel. ¿Qué planea hacer la ministra de Minas con la minería ilegal? Es una pregunta válida y hasta forzosa, dado su talante ambientalista.
Yo simpatizo con ideas transformadoras, como la economía no extractivista o el ingreso básico universal, pero esas visiones no tienen ni un grado de hervor y, por tanto, no será posible implantarlas con éxito en la vida real por muchas décadas. Si lo intentamos, no por ello salvaremos al mundo y, en cambio, sí condenaremos a Colombia.
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