El activismo judicial en las plataformas
José Wilmar Patiño Ballesteros
A mediados de octubre, en Los Ángeles (EE UU), varios familiares de Erik y Lyle Menéndez pidieron su liberación. Recordemos que fueron sentenciados en 1996 por el homicidio de sus padres, José y Kitty Menéndez, a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
Se cree que el crimen fue motivado por dinero, pero quienes piden la libertad alegan que los jóvenes fueron maltratados y agredidos sexualmente por su padre, algo que se usó como estrategia de defensa durante el primer juicio (se realizaron dos); el contexto actual, más sensibilizado con las consecuencias de los abusos, podría hacer que se revise la condena de los hermanos. (Lea: Se presume inocente: cuando la serie es mejor que la película)
No es coincidencia que esta petición se haga mientras en la plataforma Netflix hay dos producciones sobre el caso, la serie de Ryan Murphy Monsters: The Lyle and Erik Menendez Story, con el ya común sello de “basada en hechos reales”.
Que los audiovisuales de true crime generen impactos en el sistema judicial norteamericano no es algo nuevo en esta era de plataformas, solo recordemos el año 2015, Making a murderer tuvo dos temporadas en las que se relató el caso de Steven Avery, condenado por lo que luego se descubrió fueron conductas incriminatorias de la policía y de coerción a testigos, lo que generó un debate sobre la justicia en EE UU y la revisión del caso. (Lea: Anatomía de un juicio)
En el mismo año, los televidentes vieron The Jinx, el caso de Robert Durst, sospechoso de varios asesinatos, entre ellos el de su esposa, y quien durante el proceso de grabación del documental se autoincrimina, lo que permitió activar la actuación penal que generó su condena a cadena perpetua. (Lea: Justicia a golpe de espada)
Volviendo a los Menéndez, fue un hecho que, a finales de los ochenta, conmocionó a los medios del mundo por el parricidio de una familia millonaria, pero su interés se incrementó porque el juicio se transmitió por un nuevo canal de cable, Court TV, que amplió la difusión de lo que ya era un escándalo, inaugurando la pasión de los televidentes por los casos penales, del que ahora recogen frutos las plataformas de contenido audiovisual. (Lea: Perry Mason para una época oscura)
De la serie vale decir que es una recreación con buen ritmo que permite conocer la vida de esa familia, la visión de los testigos y donde se ven los dos juicios realizados. Lo principal de la etapa de juzgamiento es que mientras los fiscales afirman que el motivo fue codicia, la defensa en el primer juicio intentó argumentar la legítima defensa imperfecta, una doctrina que en algunos países permite mitigar la sentencia si se entiende que el uso de fuerza letal fue porque el acusado creyó honestamente que su actuar estaba justificado. (Lea: WeCrashed y el emprendimiento salvaje)
Es un dramatizado que permite reflexiones sobre el secreto profesional, la representación judicial y claro sobre las estrategias de los abogados que intentan convertir un caso de homicidio premeditado en legítima defensa. (Lea: Derecho sucesoral)
La estrategia no funcionó en el primer juicio y no hubo decisión, mientras las mujeres del jurado le creyeron a los acusados, los hombres no. La polémica actuación del juez, que decide que en el segundo juicio se excluirá el tema del abuso, selló la suerte de los hermanos. (Lea: Juicio a la posverdad)
Pero si hay un ejemplo de que la cultura popular es capaz de construir una realidad vale ver el segundo producto audiovisual, el documental Los hermanos Menéndez, en el que de alguna manera se contrasta la versión de Murphy, con entrevistas a los dos condenados, pero lo más llamativo es el insólito activismo en redes sociales de influenciadores que dicen entender de otra manera el caso y piden revisar la sentencia. (Lea: Jury Duty o cómo reírse de la justicia)
Tanto han cambiado los tiempos que tiktokeros dicen que de sus pesquisas se pueden sacar conclusiones diferentes a los hechos juzgados, a lo que la fiscal del primer juicio, Pamela Bozanich, les ha respondido contundentemente con un “tus creencias no son hechos”. Y es demoledora con el movimiento pro liberación al decir irónicamente que en lugar de celebrar juicios penales por qué no hacer encuestas en redes sociales. Vivir para ver. (Lea: Justicia algorítmica)
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