26 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 10 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Mirada Global

¿Qué debe hacer Biden ante Cuba?

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Daniel Raisbeck

 

Hace dos décadas, los días de los regímenes autocráticos estaban contados según el consenso académico. En general, se pensaba que, a través del mundo, la apertura del comercio, la difusión del internet y el fortalecimiento de la clase media generarían un giro popular e irresistible hacia la democracia liberal. Hoy, es evidente que tal optimismo era infundado.

 

El auge comercial de China produjo lo que el historiador Niall Ferguson llamó “un autoritarismo habilitado por la inteligencia artificial”, la cual le permite a un Estado unipartidista y represor “espiar a sus ciudadanos sin mayores impedimentos o restricciones”. En las Américas, la apertura gradual de EE UU hacia Cuba, un proceso constante desde la década de los noventa, no ha disminuido el poder del régimen comunista de ninguna manera conspicua.

 

Pero, en Cuba, la difusión tecnológica sí ha golpeado la imagen global del régimen, el cual se esmera por presentar a la isla ante el mundo como un paraíso igualitario con un sistema de salud superior. Durante las extraordinarias protestas del pasado mes de julio, sin embargo, los cubanos usaron las redes sociales para transmitir imágenes “virales” de hospitales en condiciones insalubres y de la escasez crónica de víveres. También transmitieron en vivo la inevitable ola de represión, la respuesta oficial contra los miles de ciudadanos del común que se atrevieron a corear la insignia de “ya no tenemos miedo” en las calles de La Habana. 

  

En EE UU, el asunto de Cuba es uno de los muchos que divide al Partido Demócrata. El 1º de noviembre, la congresista demócrata Debbie Wasserman-Schultz, quien representa a un distrito electoral en la Florida, introdujo una resolución que expresaba solidaridad con los cubanos que “se manifiestan pacíficamente por los derechos fundamentales”. Aunque la resolución recibió apoyo bipartidista y fue aprobada de manera abrumadora, los 40 votos en contra los depositaron congresistas demócratas, los miembros de la llamada ala “progresista” del partido.   

 

En julio, la representante Alexandria Ocasio-Cortez, demócrata antiglobalización y antilibre comercio de Nueva York, declaró que las protestas en Cuba eran una consecuencia del embargo estadounidense. Es decir, de la falta de libre comercio. Como escribí recientemente en la revista Reason, la pregunta ahora es qué política adoptará el presidente Joe Biden hacia Cuba, cuestión que también enfrentó a sus dos últimos predecesores.

 

El expresidente Barack Obama restableció las relaciones diplomáticas con la isla, removió a Cuba de la lista de los países que patrocinan el terrorismo y relajó algunas de las restricciones del embargo. Más allá de las concesiones políticas, el cambio real que introdujo Obama fue el gran aumento en el flujo de turistas y remesas hacia Cuba tras el fin de las restricciones previas. En cuanto al comercio, Obama dejó la esencia del embargo intacto, escribe el profesor William Leogrande.

 

Solo las empresas farmacéuticas y de telecomunicaciones pudieron entrar en convenios con el Estado cubano, mientras que las exportaciones estadounidenses a la isla se limitaban “a los productos agrícolas, médicos y, en ciertos casos, de consumo masivo”. Esto demuestra también que el embargo ya era bastante poroso al inicio de la presidencia de Obama. Desde 1991, EE UU empezó a eliminar ciertas restricciones. En el 2020, fue el principal proveedor de comida para la isla, según el economista Daniel Lacalle.

 

Aunque Obama tenía la intención de eliminar por completo el embargo, sus ambiciones chocaron con la realidad política. Según la ley federal, solo el Congreso puede restablecer las plenas relaciones comerciales con Cuba, pero esta es una cuestión delicada en el crucial estado de la Florida.

 

Por su parte, el también expresidente Donald Trump usó un fuerte discurso contra el régimen castrista y su satélite venezolano, lo cual le brindó un considerable éxito electoral en la Florida. Pero, más allá de la retórica y de algunas restricciones nuevas al turismo y a las remesas, Trump mantuvo la esencia del acuerdo de Obama. Según Leogrande, esto se debió a la presión de la industria agrícola, la farmacéutica y la de turismo. Solo durante los últimos días de su presidencia, Trump incluyó a Cuba de nuevo dentro de la lista de países que patrocinan el terrorismo, que también incluye a Siria, Irán y Corea del Norte.

 

Trump acertó al denunciar al régimen castrista en el escenario internacional y al presionarlo a nivel diplomático. Sin embargo, limitar el turismo y las remesas hacia Cuba fue un error; en general, dichas actividades benefician a los ciudadanos del común más que al régimen. En el caso de Obama, eliminar dichas restricciones fue lo correcto, pero se equivocó al legitimar a la tiranía con actos diplomáticos y simbólicos, como regocijarse junto a Raúl Castro en un juego de béisbol.

 

Actualmente, la administración de Biden revisa oficialmente la política estadounidense hacia Cuba. Es una buena oportunidad para construir sobre los aciertos de los dos últimos presidentes sin caer en sus errores.

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