27 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 8 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Curiosidades y…

Lenguaje corporal

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Antonio Vélez M.

 

Es bien difícil analizar científicamente lo que significa cada gesto. Por ejemplo, un bostezo puede indicar aburrición, pero también puede significar hambre. Por eso, no debemos sacar deducciones precipitadas a partir de determinados gestos. El lenguaje corporal muestra la realidad del ser humano: somos cuerpo y mente. Mientras que transmitimos información a través de la palabra, podemos expresar malestar o bienestar a través de la actuación corporal. Para comprobar la importancia del lenguaje corporal, veamos en la televisión y sin volumen una película. Nos daremos cuenta de que captamos información adicional a las palabras a partir de lo observado.

 

El lenguaje corporal es mudo, pero elocuente: a veces supera al lenguaje hablado. Es un lenguaje que hasta los mudos y sordos lo entienden, pero no los ciegos. Se puede así hablar en medio del ruido, y se entiende a una distancia en la que las palabras se pierden. Podemos mentir de palabra y reforzar lo que se dice usando gestos. Los niños, por su lado, son bien ingenuos en esto de la simulación, así que padres y maestros pueden con facilidad leer verdades ocultas en sus caras, cuerpos y gestos manuales.

 

Transmitimos información al reír, al mover los labios o al jugar con la mirada. El cuerpo colabora, en especial brazos y manos, que son capaces de hablar en silencio. Un brazo estirado y con el puño cerrado es señal de amenaza, y llega a ser elocuente, y lo es más si el sujeto muestra sus dientes amenazantes. En el mundo natural, los machos de algunas especies simulan ser más grandes y poderosos de lo que son. Usan para ello recursos como erizar el pelaje, mostrar los colmillos…

 

El comediante juega con el público usando palabras acompañadas de expresiones faciales y corporales, a lo que suma el tono de su voz. Los adultos somos capaces de leer en los demás el miedo, la alegría, la duda, la inseguridad… En las fotografías, distinguimos la sonrisa falsa de la verdadera. En la verdadera, alcanzamos a veces a notar que la expresión de los ojos es diferente.

 

De todas esas virtudes gestuales nació la representación. Sabemos que el teatro existe desde muy antiguo. Más tarde aparecieron el cine y la televisión, lo que amplió bastante el campo de acción. Todos esos espectáculos se han aprovechado de la capacidad histriónica para narrar historias inventadas, pero de una manera que parezcan verídicas, aunque se trate de la más imposible realidad. Por supuesto que esos caminos para simular la realidad nos muestran a los personajes bonitos en sus mejores poses y ángulos, una mentirilla muchas veces, pues el mundo no es tan bello, ni tan perfecto. Al actor se le paga por su capacidad de simulación, por eso debe ser convincente, de lo contrario se pierde esa realidad virtual creada en la pantalla o en el escenario, capaz de ponernos tristes y llorosos, cuando no es que nos reímos a carcajadas, o temblamos de miedo.

 

Es tan apreciado el talento del artista que, entre griegos y romanos antiguos, y luego en la edad media, los artistas brillaban y recibían estímulos del público. Más tarde, a la actuación se le sumó el canto, y aparecieron la ópera y la opereta. El público respondía y pagaba, y fue creciendo el estímulo, y con este, el endiosamiento: divas y divos. Un día, bien afortunado para los humanos, nacieron el cine y la televisión, y se volvieron negocios rentables. El artista se convirtió en un privilegiado, con salarios escandalosos, superiores a los de los demás profesionales. Los actores subieron al estrellato y desde allí comenzaron a brillar. Apareció el séptimo arte, compitiéndole a los artistas de la pintura y de la escultura. El cinematógrafo remplazó en parte al teatro, compitiendo triunfadoramente con él.

 

No olvidemos el trabajo de Duchenne de Boulogne, pionero en el uso de la electricidad para estimular las expresiones faciales. En su libro Mecanismo de la fisonomía humana utilizó el rostro de una persona paralizada para estimularla con electricidad y así revelar que la sonrisa que correspondía a la felicidad involucraba los músculos de la boca y los ojos. La sonrisa falsa lleva su nombre: sonrisa de Duchenne.

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