Verbo y Gracia
¡Venda su tragedia!
Fernando Ávila
Fundación Redacción
El gurú Juan Diego Gómez hablaba en Blu de cómo conseguir dinero en estos tiempos de vacas flacas. Alguien lo llamó para pedirle consejo. Era una persona muy de malas. Se quedó sin puesto, sus acreedores no le pagaron, está sobregirado, y encima se le murió el gato que más quería… ¿Qué hago? Gómez le respondió ¡Venda su tragedia!
La respuesta me golpeó. Dijo que una persona que ha sufrido muchas pérdidas y se ha reinventado para salir adelante puede convertirse en consejero, coach, gurú, asesor de otros que estén viviendo la misma situación. Yo, en cambio, vi ahí en esa frase, ¡Venda su tragedia!, una invitación a escribir.
Las grandes obras narrativas son tragedias. Edipo mata a su propio padre y se casa con su madre; Romeo y Julieta mueren en la búsqueda desesperada de consumar su amor; Scarlett O’Hara se casa, se embaraza, queda viuda y pierde a todos sus esclavos, en tres meses, durante la guerra de Secesión; María, la novicia rebelde, tiene que huir de los nazis, con su esposo y sus hijos. Grandes obras que les han generado a sus autores fama, prestigio y dinero.
Su tragedia, la de usted, es un activo guardado en su propia memoria. Póngalo a producir. Escríbala. No necesita ser Sófocles, ni Shakespeare, ni Mitchell, ni Trapp para hacerlo. Basta la decisión. ¡Hoy comienzo a escribir mi historia!
El ejercicio puede quedar en el alivio del alma, que se produce cuando se sacan los dolores más íntimos. En las varias versiones de la Escuela de Escritores de la Universidad del Rosario que dirigí, el primer ejercicio era siempre escribir la hoja de vida, no la de Formas Minerva, sino la íntima; no la de maestrías y doctorados, sino la de vivencias, frustraciones y triunfos. “La hoja debida”, decía una de mis alumnas. Las sesiones de lectura eran intensas. Quien no lloraba a moco tendido leyéndola, al menos se quebraba y dejaba rodar un par de lágrimas. Era un desahogo. Ellos decían una catarsis.
Pero hablemos de las catarsis que producen ganancias económicas. Use el esquema del radical, que llamó así mi amigo Pedro el Ruso, doctor en matemáticas, porque cuando lo dibujaba en el tablero, se le parecía al signo de raíz cuadrada. Vaya siguiendo la línea de ese signo de izquierda a derecha. Su vida es normal hasta cuando tiene el punto de quiebre, el giro que frustra sueños y crea vacíos en el alma y en el bolsillo. La vida baja como baja la línea del radical hasta tocar fondo. A veces hay intentos de suicidio o al menos desesperación. Tras la tragedia viene la redención, la reivindicación, y es cuando la vida sube y sigue su camino.
La tragedia es ese quiebre, ese punto de giro, ese conflicto. Es la forma como están narradas las grandes tragedias. Su tragedia puede ser menor o peor. No importa. Nárrela. Si le sale una página, ya tiene un microrrelato para publicar en su blog. Si salen 36 páginas, ya hay un libro que puede publicar en Amazon y ganarse el 70 % por ejemplar vendido. El libro en español más vendido en esa red tiene 36 páginas. Si le salen 60 páginas, ya tiene el primer capítulo de una serie de Netflix. Otros tres, y hace una miniserie. Otros diez, y completa una temporada.
El actor colombiano Iván Gutiérrez convirtió su tragedia en el libro más vendido del 2012 (¿Por qué le pasan cosas malas a la gente buena?). Emma Reyes hubiera ganado millones si sus cartas sobre las tragedias de su infancia (Memoria por correspondencia) se las hubieran publicado en vida. Héctor Abad publicó en el 2005 la historia del asesinato de su padre (El olvido que seremos), superventas cuya versión cinematográfica está ya en posproducción. ¿Quiere hacer un guion, y no sabe cómo? Accione el audio descriptivo de cualquier serie de Netflix. Ahí puede oír lo que dice el guion en la columna izquierda. La derecha es la de los diálogos.
¿Qué espera? ¡Venda su tragedia!
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