Corte y Recorte
Suárez y el “Ovejo” Gómez
OSCAR ALARCÓN NUÑEZ
Hace varias semanas se divulgó una carta manuscrita de Laureano Gómez dirigida a su amigo José Arturo Andrade, fechada el 24 de octubre de 1918, en donde relata una epidemia de gripa que afectaba al mundo y que luego, al año siguiente, se conocería como la “epidemia española”. Dice que entre los que han muerto está Gabriel Suárez, hijo del presidente don Marco Fidel Suárez, posesionado el 7 de agosto de ese año. El traslado del cadáver desde EE UU, a donde había viajado a estudiar ingeniería, duró más de un año en llegar a Bogotá; le costó una fortuna al mandatario, quien, para sufragar esos gastos, debió acudir a un préstamo con un banco norteamericano, negociación que le ocasionó el retiro de la Presidencia.
Suárez estuvo casado con Isabel Orrantía Borda, quien había fallecido poco tiempo después del nacimiento de su hijo Gabriel, por lo que solo le sobrevivió su hija María Antonia.
La denuncia contra Suárez la hizo en la Cámara, coincidencialmente, el representante Laureano Gómez, quien sostuvo que el jefe del Estado, con esa actitud, había faltado al decoro nacional y cometido indelicadezas inexcusables para quien ejercía ese cargo, habida cuenta de que el banco con el que había hecho la operación tenía negocios con la Nación. Como consecuencia, a Suárez le tocó retirarse.
La verdad es que las relaciones entre los dos nunca fueron cordiales, a pesar de ser ambos conservadores. Cuando Suárez era canciller de José Vicente Concha se discutía en la Cámara un tratado con el Ecuador y el representante Laureano Gómez atacó con furor la iniciativa, igual que al ministro.
- Lo que pretende su señoría –dijo Gómez– es que votemos este pacto como si fuéramos ovejos.
- No existen los ovejos –corrigió con sarcasmo el ministro Suárez.
- ¡Como que no! –replicó neciamente Gómez- ¿Y el macho de la oveja?
- Ese se llama carnero –contestó Suárez, quien era un gran lingüista.
Tuvieron que intervenir varios representantes para impedir que Gómez agrediera al ministro. Y con el apodo de “ovejo” fue rebautizado quien años después sería un importante jefe político y presidente.
Pero por ironías de la vida, cuando en 1927 murió Marco Fidel Suárez, Laureano Gómez quiso hacer uso de la palabra en las exequias. De pronto, frente a su cadáver, pretendió mostrarse como un inocente lobo con piel de ovejo.
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