28 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 15 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Mirada Global

Por qué Europa no es un modelo para seguir en tecnología

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Daniel Raisbeck

 

Ciertos partidarios de la expulsión de Uber de Colombia apuntan a otros países en donde la plataforma ha enfrentado problemas legales, en especial Dinamarca. Según ellos, la prohibición de Uber en dicha nación escandinava, notable por su transparencia e ínfimos niveles de corrupción, demuestra que Colombia, contrario a lo que sugiere la lógica, ha progresado con sus recientes fallos y decretos antitecnología.

    

Teóricamente, dicho argumento lo refuerza la prohibición parcial de Uber en Finlandia, Alemania, Holanda y Francia. También está el caso de Londres, donde el alcalde laborista, Sadiq Khan, ha declarado una vendetta política contra Uber. Además, California legisló para darles la condición de empleados a los usuarios de la plataforma del lado de la oferta, quienes claramente trabajan de manera independiente (ver columna La economía colaborativa vs. los enemigos del progreso. ÁMBITO JURÍDICO, edición 530).

 

Quienes exponen los anteriores argumentos no mencionan que la andanada contra Uber de varios países europeos –o de jurisdicciones dentro de ellos– es solo una batalla de una amplia guerra que libra el “viejo continente” contra la tecnología digital.

 

De hecho, en el 2016, la Dirección General de Competencia de la Comisión Europea, Rama Ejecutiva de la Unión Europea (UE), le impuso una multa de 13.000 millones de euros a Apple por haberse acogido desde el 2003 a las normas tributarias vigentes en Irlanda. Entre el 2017 y el 2019, la UE también obligó a Google a pagar tres multas por un total de 9.000 millones de euros por supuestos abusos de su poder de mercado.

 

No obstante, varios comentaristas han cuestionado el posible abuso de poder por parte de la comisionada de la Dirección General de Competencia de la UE, Margrethe Vestager, una política socialdemócrata de –apropiadamente–Dinamarca, quien hoy tiene a Facebook en su mira.

 

Como escribió Ambrose Evans-Pritchard, editor de negocios del diario inglés The Daily Telegraph, la multa de la UE contra Apple equivalió a una pena criminal, pero la empresa no tuvo la oportunidad de defenderse bajo el debido proceso. La Dirección General que lidera Vestager, concluyó Evans-Pritchard, “opera por fuera del control judicial que se espera de una democracia desarrollada”.

 

En últimas, la postura agresiva de la UE y sus países miembros contra las exitosas empresas tecnológicas estadounidenses no es más que la reacción ansiosa de entidades políticas conscientes de su rezago tecnológico. Como escribe Douglas Carswell, antiguo miembro del parlamento británico y autor de varios libros, las grandes empresas que aún tiene Europa ‒ya sean bancos, compañías de seguros, productores de automóviles o empresas petroleras– “son gigantes nacidos en una era pre-digital, muy vulnerables a la disrupción de la tecnología”.

 

Más allá de los llamados FAANG estadounidenses (Facebook, Amazon, Apple, Netflix, Google), los colosos digitales de hoy suelen ser empresas chinas como Alibaba y Tencent. Según Market Watch, Europa no contaba con ninguna de las 20 empresas tecnológicas más grandes del mundo en el 2018. El año pasado, la revista Forbes ni siquiera le asignó a Europa una categoría propia en la medición de los lugares de origen de las 154 compañías de tecnología más importantes a nivel global (EE UU contó con 65, China 20, Taiwán 17, Japón 14, Corea del Sur 6, India 5 y “otros” 27).

 

Afirmar que “Europa enfrenta una brecha tecnológica”, como hizo recientemente el diario Financial Times, puede ser quedarse corto. Ciertamente, impulsar la innovación digital no se logra con regulación excesiva, impuestos punitivos o persecución judicial, los métodos que ha escogido la UE hasta el momento. 

 

En cuanto a California, cuna de Silicon Valley, la medida contra Uber y Lyft que tomaron sus legisladores demócratas en septiembre del 2019 ya ha tenido efectos perversos más allá de la “economía colaborativa”.

 

Como reportó el Wall Street Journal, la ley limita la capacidad de, entre otros, los camioneros, siquiatras, jardineros, contadores, corredores de propiedad raíz y artistas para trabajar de manera independiente. En el mismo diario, Andy Kessler explica que la ley no le permite a un columnista independiente publicar más de 35 columnas al año con un solo periódico sin ser considerado su empleado. California, concluye Kessler, se está convirtiendo en “una bola de demolición” del trabajo como contratista.

 

Mientras tanto, Uber se ha adaptado a la ley al permitirles a los usuarios del lado de la oferta fijar sus propias tarifas, con lo cual no serían empleados inclusive bajo la nueva legislación californiana. De manera más osada, la plataforma ha lanzado un experimento masivo de vehículos autónomos en el Estado. De ser exitoso, sus usuarios del lado de la demanda podrán utilizar el servicio sin la necesidad de un conductor (de manera similar, Amazon pronto entregará paquetes con el uso de drones).

 

Indudablemente, desde Carmel (California) hasta Copenhague, la ley se debe adaptar a la nueva realidad tecnológica, no viceversa.

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