27 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 3 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Curiosidades y…

John von Newman

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Antonio Vélez M.

 

Los científicos importantes del siglo XX creían que sí existían extraterrestres, que eran oriundos de Hungría y que aparecieron al mismo tiempo. No estaban lejos de la verdad, pues, hecho improbable en la historia de la ciencia, simultáneamente aparecieron cinco personajes fuera de serie, geniales, todos húngaros. Se repitió algo parecido a lo que ocurrió en la Grecia antigua, pero esta vez más al norte, en Hungría, y se trató de una oleada luminosa que duró apenas unas pocas décadas.

 

Cuatro extraterrestres: Leo Szilard, Stanislaw Ulam, Paul Erdős y John von Neumann, acompañados por una extraterrestre, la ajedrecista Judit Polgár. Todos ellos nacieron en Budapest por la misma época. Todos eran judíos. Todos fueron superdotados desde niños. Todos estaban empapados de la cultura germánica. Todos los varones abandonaron pronto Hungría, estudiaron y se doctoraron en Alemania, y allí iniciaron su carrera profesional, hasta que el ascenso del nazismo los hizo emigrar a EE UU y a Gran Bretaña. En una generación, los científicos húngaros pasaron de casi no existir a figurar en el pelotón de avanzada de la ciencia mundial. Los destinos de todos ellos se cruzarían repetidamente en Hungría, en Alemania y en América.

 

Jhon von Neumann nació en Budapest en diciembre de 1903. Era el mayor de tres hermanos, más inteligente y frío que los otros. Desde pequeño fue aficionado al estudio y al cálculo mental. El niño era obviamente superdotado y ambicioso, y su padre lo apoyaba en todo lo que podía. No es de extrañar que ganase el premio nacional Eötvos, que se concedía al mejor alumno de secundaria en matemáticas y ciencia. Eugene Wigner decía: “Habiendo conocido a János von Neumann me di cuenta de la diferencia que había entre un matemático de primer orden y alguien como yo”. En 1925, Von Neumann se graduó de ingeniero químico en Zürich, y al año siguiente se doctoró en matemáticas en Budapest. Lo que sus colegas no podían entender era cómo lograba combinar una activa vida social con un ritmo asombroso de trabajo y con la obtención de una serie continua de importantísimos resultados matemáticos.

 

El aspecto más llamativo de Von Neumann era su portentosa inteligencia, que dejaba sin palabras a cuantos lo trataban. La facilidad con que entendía los problemas y la rapidez con que los solucionaba era pasmosa. Su mente funcionaba a una velocidad desconocida, por lo que sus colegas siempre lo describían como “la mente más rápida que nunca he conocido”. Un típico comentario de un colega era: “Discutí el problema con Von Neumann, y en cinco minutos hizo avanzar mi investigación tanto como yo habría logrado en cinco meses”. Eugene Wigner comentó posteriormente que ante la mente de Von Neumann, “uno tenía la impresión de un instrumento perfecto cuyos engranajes estaban fabricados para encajar con una exactitud de una milésima de pulgada”. A su increíble velocidad de comprensión y cálculo, Von Neumann unía una memoria prodigiosa. Sabía recitar de memoria gran parte de los libros que había leído. Daba sus conferencias sin papeles ni notas. A diferencia de otros matemáticos, no pensaba espacialmente, sino de un modo lógico y secuencial.

 

Aunque Von Neumann intervino en el diseño de los primeros computadores gigantes, su enorme importancia en la historia de la informática radica en que fue el creador de la arquitectura de los computadores programables modernos y el inventor de la idea misma de software. Pero su contribución específica más notable y nefasta fue el señalar el método de implosión para detonar la bomba atómica, que se sometió a prueba en Alamogordo y se usó para detonar la bomba mortal lanzada sobre Nagasaki.

 

Cuando Von Neumann descubrió que padecía un cáncer intratable, el terrible sufrimiento lo condujo al colapso mental. Sentía pánico y se pasaba las noches dando gritos de terror. Murió el 8 de febrero de 1957, a los 53 años de edad. Muchos lo consideraban una especie de semidiós intelectual. El premio Nobel de Física Hans Bethe comentó tras su muerte: “Varias veces me he preguntado si un cerebro como el de John von Neumann no indica una especie superior a la especie humana”, un extraterrestre. Su muerte fue temprana, y el mundo perdió muchas cosas importantes que solo su cerebro podría haber descubierto.

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