Corte y Recorte
Elecciones y el clero
OSCAR ALARCÓN NUÑEZ
Tamaño problema en el que andan los políticos para escoger candidato a la Presidencia de la República para el periodo que comienza el 7 de agosto del próximo año ¿Será que el país es más democrático que en el siglo pasado? Sí, porque antes el Partido Liberal no tenía ningún chance. Ellos estaban para los negocios y para uno que otro cargo diplomático.
En cambio, sin necesidad de convenciones, los conservadores escogían a sus candidatos. Pero no eran ellos, sino la Iglesia que hacía proselitismo en los pulpitos. Cuando a comienzos de 1926 estaba próximo a concluir el gobierno del general Pedro Nel Ospina, el arzobispo Bernardo Herrera Restrepo llamó a los dos principales rivales, Miguel Abadía Méndez y Alfredo Vásquez Cobo. Cuando llegaron los recibió el coadjutor del arzobispo, monseñor Ismael Perdomo, quien le informó que “autoridades superiores” habían decidido que Abadía debía ser el presidente para el periodo comprendido entre 1926 y 1930 y Vásquez Cobo debía sucederlo en 1930.
Cuando se supo la noticia se comentó que el general Vásquez, conocido como el León del Valle, por haber nacido en Cali, había sido domesticado por el arzobispo, convirtiéndose en un león de circo. Ganó Abadía.
Antes de tomar la resolución, el prelado se puso en oración, con todo el fervor de su alma, y le pidió a Dios que le mandara la muerte si cometía error. Como no murió, dio su veredicto: Alfredo Vásquez Cobo, tal como lo había pronosticado cuatro años antes. ¡Se armó el obispero! No solo sectores conservadores rechazaron al candidato, sino también el mismo clero. El arzobispo de Medellín pidió que votaran por Valencia, a quien Perdomo había rechazado por masón; monseñor Builes, obispo de Santa Rosa, lo secundó, pero el obispo de Ibagué pidió que se votara por Vásquez, igual que el de Cali.
Monseñor Perdomo tenía una personalidad menos fuerte y menos ingeniosa desde el punto de vista político que su antecesor Herrera Restrepo, quien había fallecido. Por eso, extrañamente, tiempo después, monseñor Perdomo cambió de opinión y envió una circular pidiendo votar por Valencia, para enmendar su error.
Ante tanto despelote los liberales y su jefe Alfonso López vieron que era la oportunidad, después de tantos años sin gobierno. Ganaron con Enrique Olaya Herrera y a monseñor Perdomo comenzaron a llamarlo “monseñor Perdimos”.
Ahora deberían pedir la opinión, por lo menos, al exprocurador Alejandro Ordóñez. Con seguridad quema los votos y habrá humo blanco como en el conclave.
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