‘Compliance’: desconocimiento y perspectivas equivocadas
Diego Gómez
‘Country manager’ de Celeri para Colombia
Hoy, en Colombia, cuando hablamos de aspectos relevantes, obstáculos y necesidades en el sector financiero, se habla puntualmente de open banking. El decreto reciente de open banking sacó a flote la conversación, y se discute mucho sobre lo importante que es tener acceso a la data financiera de los usuarios para hacer de la banca un espacio más incluyente y más eficiente.
Sin embargo, el ecosistema financiero deja de lado, como ha pasado a lo largo de los últimos años, un factor crucial para la seguridad, la inclusión, la eficiencia y, en general, el crecimiento del ecosistema financiero en Colombia: el compliance.
Se trata de un aspecto muy abandonado en la industria, que, para muchos, reviste de muy poca importancia. No obstante, detrás del telón, las entidades regulatorias colombianas han hecho esfuerzos por impulsar la relevancia del asunto mediante la implementación de medidas y obligaciones que buscan garantizar un ecosistema más seguro. Lo mismo se evidencia a través de un análisis simple de la cantidad de sanciones impuestas por asuntos de lavado de activos y financiación de terrorismo, que sobrepasan abismalmente los miles de millones de pesos. Y las sancionadas no solo fueron fintech con trayectoria en el mercado, sino también entidades financieras tradicionales con más de 50 años de antigüedad.
¿Por qué me llama la atención? El incremento de sanciones en esta materia, al igual que la aparición de nueva regulación, se debe a un intento de volver un poco más relevante el cumplimiento regulatorio. Entonces, ¿de dónde viene la impopularidad y el aumento en la vigilancia por parte de las entidades regulatorias colombianas en la materia? Hay dos factores muy concretos: (i) el desconocimiento de las obligaciones de compliance aplicables y (ii) la perspectiva con la que se aborda el asunto.
Por el lado del desconocimiento, se debe resaltar el gran porcentaje de fintech que, en el programa de Innpulsa de la Superintendencia Financiera de Colombia (SFC), falló en su postulación por el mal o nulo diseño de programas y estrategias de compliance.
Partiendo del hecho de que las fintech ofrecen productos financieros, se pensaría que están bajo el alcance de la SFC. Sin embargo, la mayoría, al no requerir una licencia y no ser catalogada como entidad financiera dentro de las categorías tradicionales, no tiene que cumplir con los lineamientos de aquella entidad. Por el contrario, debe cumplir con los presupuestos de compliance establecidos por la Superintendencia de Sociedades, entidad que regula la mayoría de empresas en el país.
Por el lado de la perspectiva, es notable, cuando se habla de estos asuntos, que la cabeza detrás sea un abogado. Es normal y tiene mucho sentido, principalmente porque el compliance está estrictamente ligado a temas normativos y de desarrollo legislativo de los Estados. Pero, ¿qué pasa si se empieza a abordar desde una perspectiva de procesos de eficiencia de negocios?
Las extensas tareas y obligaciones que tienen las empresas en asuntos de compliance se traducen en procesos engorrosos para las áreas de cumplimiento. Puntualmente, porque una ley no va a recomendarles las formas más apropiadas para hacerlo o los mecanismos más eficientes o si existen formas para automatizar el cumplimiento. La ley dice: “tienes que cumplir con determinada obligación” y “tú verás cómo lo haces”. Razón por la cual, para las empresas, es poco apetitoso invertir tiempo y recursos en buscar formas de “cumplir la ley”.
Si cambiamos la perspectiva y miramos un poco más allá de por qué hay que tener un diseño prolijo de esquemas de compliance, veremos, en principio, que es importante y, luego, que es necesario invertir al respecto. Este sería el tema principal en Colombia.
Si contrato una herramienta tecnológica que me ayude con la automatización de procesos de compliance en el sector financiero, instantáneamente se evidencia cómo procesos de otras áreas, como el onboarding de potenciales clientes, la apertura de cuentas bancarias, la solicitud de un crédito, el cálculo del monto de un crédito o de cupos de tarjetas, entre mil y un procesos más, se agilizan. Por ejemplo, podemos incrementar índices como la conversión de usuarios a clientes y adoptar prácticas de compliance basadas en tecnología.
En conclusión, (i) debemos mejorar la educación y el conocimiento general sobre qué es, para qué sirve y por qué es indispensable cumplir las reglas, y (ii) debemos proponer una perspectiva distinta a la discusión. Existe un universo de beneficios detrás del compliance para una entidad financiera. Mi invitación, de cierta forma, es, en lo posible, a que dejemos de ver este concepto únicamente como una carga legal y empecemos a verlo como una oportunidad de negocio.
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