Anecdotario Político
Benjamín Ardila Duarte
La paz es un requisito previo al desarrollo económico y social de las naciones. Después de la Segunda Guerra Mundial, los vencedores, EE UU y la URSS o Rusia fueron superpotencias. Alemania, Japón e Italia, los vencidos, hablaron del “milagro económico” en sus países. El milagro era gastar menos y trabajar más. Se dice que, en cambio, Krupp, fabricante de armas, dijo que llegaba la paz con todos sus horrores.
Los académicos y letrados deben participar en la vida pública. La Segunda Guerra Mundial probó la veracidad de la tesis de Cervantes: “No hay mejores soldados que los que se trasplantan de la tierra de los estudios a los campos de la guerra”. Como ejemplo, Churchill fue premio Nobel de Literatura por su libro Historia de los pueblos de habla inglesa y sus recuerdos de guerra. Y De Gaulle escribió admirables Memorias de guerra y la Historia militar de Francia en cuatro tomos.
Los resguardos de indios, para su avance económico, deben modernizarse sin perder sus perfiles. La transformación de la comunidad indígena en eficiente cooperativa de producción es posible, como lo enunciaron José Carlos Mariátegui e Hildebrando Castro Pozo hace tiempo, para sumar las técnicas administrativas al sistema social de economía de nuestros antepasados primitivos, hoy tan abandonados.
Desde hace años, el matrimonio en Suecia está precedido de convivir la pareja un tiempo previamente. Ahora, en Colombia, llaman vivir con su pareja antes de casarse. Los chibchas, según Lucas Fernández Piedrahita, podían tener la muchacha, por algunos días, a su disposición, y si se placía en este encuentro preliminar, anunciaban su decisión de tomarla definitivamente por su mujer. Anotamos: nada nuevo sobre el sol de Estocolmo ni el de Colombia.
La jornada laboral de ocho horas la estableció Felipe II en 1593. En 1919, después de la Primera Guerra Mundial y de luchas sociales ardorosas, volvió al derecho laboral. Lo mismo con el descanso dominical establecido para indios, negros y mulatos para domingos y fiestas de guardar, en 1541, por el Rey de España. En Colombia, esta última llegó con la Ley 6ª de 1945. Empero, los encomenderos decían, como algunos patronos de hoy: “Se obedece, pero no se cumple”.
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