Adiós
Antonio Vélez Montoya
Uno de mis mejores momentos intelectuales ocurrió aquella tarde inolvidable cuando una voz desconocida me llamó por teléfono y se identificó como Tito Livio Caldas. Tito Livio quería que yo escribiera para su periódico, Ámbito Jurídico. Me conocía por algunos libros que yo había publicado, y creía que podía aportar algo a su periódico. Su seriedad, sus comentarios y su conversación me convencieron inmediatamente de que lo que él me ofrecía era una magnífica oportunidad. Como escribir para un periódico importante era una actividad atractiva, pero completamente desconocida para mí, no dudé en responderle que sí, porque además me sentía orgulloso de pertenecer a Ámbito Jurídico.
Siempre me ha sorprendido tener lectores entre los abogados, y a estos les agradezco la atención puesta en los temas de mi interés. Creo que los temas de la evolución del hombre y de su comportamiento, vistos desde sus raíces biológicas, son importantes, y entre las cosas del mundo, se destacan las leyes que nos gobiernan, pues es consultando la realidad del hombre y su biología como podemos ajustar leyes y medidas a la realidad, para progresar humanamente, para que los picos del bienestar aumenten y los valles del dolor disminuyan.
Los abogados y los científicos soñamos con tener un mundo mejor, así que es bueno dejar a un lado utopías e idealismos y concentrarnos en descubrir lo que es viable de implementar, aquello que es posible por medio de la razón y buscando la verdad. En particular, la búsqueda de la verdad ha sido una de las grandes preocupaciones de mi vida. Me he esforzado en mostrar lo irracional y sin base que tienen en común muchas de las creencias con las que todavía se pretende gobernar el mundo.
Estamos diseñados para creer en lo que aprendimos de niños; sin embrago, poseemos un instrumento extraordinario para combatir lo erróneo aprendido, y se trata de nuestra razón. Gracias a este instrumento, ya no quemamos brujas en la hoguera ni creemos en ellas, se abolió la esclavitud y seguimos trasformando el mundo. Muchas de mis columnas han tratado sobre la evolución y el comportamiento humanos desde un punto de vista biológico, y yo creo que estos temas son de importancia para los abogados, pues sin entender la naturaleza humana no es fácil regirla.
Pues bien, esta tarea de escribir para Ambito jurídico ha sido una motivación en mi vida, muy agradable, por cierto. Llevo un buen tiempo haciéndolo (casi 600 artículos). Sin embargo, ahora me atormentan graves achaques atribuibles a la edad. En particular, la visión, necesaria para todo escritor. Poseo cataratas en los dos ojos, problema que me impide continuar con mi columna. Les comento que escribir en el computador se me ha vuelto algo muy difícil y torturador. Todo lo anterior me obliga a retirarme, lo cual me produce una gran lástima, pues para mí ha sido un verdadero honor pertenecer al periódico creado por mi entrañable amigo Tito Livio.
Por otro lado, quiero comentar que por parte del periódico me han acompañado Blanca Libia Cano y Pedro Antonio Molina, personas a las que debo una atención dedicada y amistosa, lo que me ha acercado aún más al periódico y ha hecho todavía más penoso el tener que decir adiós.
Entonces, queridos amigos, no me queda más que decirles adiós y desearles que Ámbito Jurídico siga siendo el periódico importante que siempre ha sido.
Nota del editor:
Apreciado Antonio, en nombre del Consejo Editorial y del equipo de ÁMBITO JURÍDICO, le expresamos nuestro sincero agradecimiento por sus valiosos aportes a la comunidad jurídica colombiana. Sin duda, fue un gran acierto darles cabida a sus escritos durante más de 15 años. Extrañaremos la forma tan particular como usted encaraba tan diversos temas con tanta profundidad y altura académica e intelectual. Solo nos resta desearle lo mejor a usted y a su familia.
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