28 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 10 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

Reforma tributaria ya… o para el próximo Gobierno

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Juan Camilo Serrano Valenzuela

Abogado y asesor tributario

jcserranov@jcsvabogados.com

 

Muchas son las voces que ya predicen la presentación de un nuevo proyecto de reforma tributaria, como consecuencia de los efectos de la parálisis económica, originada por el confinamiento obligado por la presencia del covid-19, además del enorme gasto público no calculado ni previsible, que busca aliviar la prohibición de ganarse la vida por esfuerzo propio, originada en la misma pandemia, y cuyos efectos económicos y de recaudación fiscal en el mediano plazo todavía no son calculables con precisión.

 

Es normal que una reforma de esta naturaleza genere en los ciudadanos gran angustia, sobre todo por la costumbre de anunciar siempre lo mismo, es decir, eliminación de beneficios, ampliación de bases y aumento de tarifas, así como gravar patrimonios y operaciones que no generan riqueza, como el tristemente célebre y perpetuo GMF, que, de ser una idea necesaria para atacar una situación excepcional, se convirtió en una carga permanente desde hace más de 20 años.

 

Nos encontramos, entonces, ante la disyuntiva de ser responsables con las finanzas y presentar un agresivo y creativo proyecto, o de “no ser tan toches” y “buscar el momento”, como anunciaron los altos funcionarios del Estado, aplazando la solución a un futuro e incierto gobierno venidero, que tendrá que asumir una situación, seguramente, más crítica que la actual.

 

Es imperativo tomar el toro por los cuernos, como se dice coloquialmente, y buscar soluciones creativas, sin ideas preconcebidas y paradigmas inamovibles, que seguramente serán la base de estudios de expertos extranjeros, que, a pesar de conocer nuestro sistema tributario, desconocen el devenir económico de los particulares en nuestro país.

 

La tributación de dividendos, por ejemplo, es satanizada por considerarla doble tributación, y escandaliza a técnicos y estudiosos que, no obstante, defienden la mutación del IVA por un impuesto al consumo, que genera tributación en cascada y perversos efectos inflacionarios, además de su evidente regresividad.

 

La búsqueda de mayor aporte de las personas naturales al recaudo tributario, para acercarse a la composición del recaudo de los países de la Ocde, ha sido una obsesión recurrente de ministros y funcionarios del área económica, lo que ha llevado a que se encuentre saturada su capacidad de aporte y opten por cumplir sus obligaciones mediante la creación de sociedades, aunque su actividad económica es realizada por personas naturales que, de no hacerlo por vehículos societarios, sería inviable.

 

Es un reto importante el que tienen el Gobierno Nacional y el Congreso de establecer si la oportuna presentación de un ajuste al sistema, con mecanismos más agresivos, mucho más creativos que lo que hemos visto y conforme a las necesidades de la estructura económica de nuestro país y no de las de los estados de la Ocde, resulta una “tochada” “inoportuna”, o una acción responsable y seria, que no considere efectos políticos, pero garantice estabilidad fiscal, en tiempos de grandes necesidades de recaudo tributario.

 

La reforma debe buscar, además, con creatividad, un incremento en el recaudo y mantener los mecanismos de crecimiento económico, desestimulando el gasto suntuario, estimulando la conservación de los recursos en actividades productivas y la inversión, al menos mientras se estabilizan las finanzas en crisis de los pequeños productores y las personas que han perdido su empleo tengan la oportunidad de recuperarlo o de emprender.

 

No siempre resulta una buena noticia el anuncio del aplazamiento de reformas tributarias, porque los efectos en el mediano y largo plazo pueden ser desafortunados y más costosos, pues el hueco fiscal generado por la búsqueda de la oportunidad, para no hacer “tochadas”, hará más difícil conjurar la crisis.

 

Quien asume una responsabilidad pública también debe asumir las consecuencias de medidas impopulares, pues las responsabilidades asumidas por la obtención de grandes honores, normalmente, supera la de tranquilidad, popularidad y corrección política de las decisiones que deben asumirse con rigor, oportunidad y patriotismo, aun a costa de la imagen y el favor popular.

 

Bien sostiene la sabiduría popular: “cada palo debe aguantar su vela”.

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