¿La “justicia predictiva” (la artificial) contra la “justicia cognitiva” (la humana)?
Hernando Herrera Mercado
Director de la Corporación Excelencia en la Justicia y conjuez de altas cortes
La cognición se encuentra definida como la facultad cerebral de procesar y de valorar información a partir del empleo del raciocinio y del conocimiento adquirido. Desde esa perspectiva, ha de entenderse por justicia cognitiva aquella resultante del uso del razonamiento humano y de la aplicación de la regla jurídica y de la experiencia, a efectos de resolver un determinado asunto litigioso. A su vez, la justicia predictiva tiene por objetivo activar el uso de algoritmos para prever el resultado que tendría un juicio o la probable sentencia que sería emitida en un caso. En síntesis, bien puede anotarse que la justicia cognitiva es fruto del intelecto (tarea humana), mientras que la justicia predictiva es una aplicación nacida de la tecnología (tarea de la informática).
En todo caso, el origen de la segunda se debe al desarrollo de la primera. Ciertamente, durante siglos de evolución humana, hemos presenciado un alto progreso de la justicia cognitiva y de sus principales soportes: la regla jurídica y la jurisprudencia. Precisamente, la afinación de la jurisprudencia y el gran volumen de pronunciamientos judiciales hizo necesario idear sistemas de almacenamiento que facilitaran su agrupación temática a fin de simplificar su búsqueda y posterior empleo.
Con el tiempo, esa tarea, en principio, no tan tecnificada, adquirió un mayor avance con el influjo de la tecnología. Fundamentalmente, debido a que fue posible introducir sistemas más complejos de procesamiento de información y, en consecuencia, como ya se viene adelantando en la actualidad, brindando posibilidades adicionales a las anteriores acciones básicas de rastreo de pronunciamientos jurisprudenciales. Esas nuevas funcionalidades se han potenciado con la utilización de la inteligencia artificial (IA) aplicada a lo judicial, con lo que se ha arribado a innovadores desarrollos tecnológicos, como el que predice cual sería la probable sentencia para un caso, luego de examinar pronunciamientos judiciales previos sobre una determinada materia. De acuerdo con lo anterior, la evolución de la forma de aprovechar la información contenida en sentencias permite aprovechar esos datos y activa un razonamiento lógico-informático que puede vaticinar el sentido de una probable decisión judicial.
En la práctica, dichos sistemas operan rastreando el antecedente judicial y, luego de recopilar providencias procesando sus datos (agregándolos y disgregándolos entre sí), utilizan algoritmos que permiten anticipar la probable decisión para un caso específico. Desde esa perspectiva, esas herramientas no sustituyen la tarea de la mente humana judicial, sino que, a partir de insumos jurisprudenciales, predicen la decisión que sería hipotéticamente adoptada para esa determinada controversia o causa jurídica en caso de haber sido llevada a conocimiento de los jueces. En tal contexto, no se tiende a sustituir a los jueces, ni la máquina está llamada a suplir los procesos mentales de quienes administran justicia; simplemente, y como se ha dicho, conforme al precedente judicial recogido, se pretende que esos sistemas proyecten la decisión que judicialmente se adoptaría en un caso.
En síntesis, vista así, la justicia predictiva supone una estimación anticipada del criterio humano judicial, pero sin que la máquina pueda decidir de forma autónoma. Ese último elemento es de capital importancia, toda vez que no supone que se prescinda del factor humano judicial, y centra el alcance de la justicia predictiva en ser una herramienta que con base en algoritmos e IA puede predecir resultados jurídicos litigiosos mediante el análisis de resoluciones judiciales anteriores. De tal forma que, lejos de buscar reemplazar el razonamiento jurídico de los jueces, la justicia predictiva se torna en una herramienta destinada a hallar por medio de datos judiciales previamente compilados, patrones de diagnóstico sobre juicios futuros que pueden servir de apoyo en tareas y modulación de estrategias a partes y abogados o a facilitar la labor judicial. Esta visión extingue la rivalidad entre la justicia predictiva (artificial) y la justicia cognitiva (humana), para mirar a la primera como complemento o herramienta de la segunda. Cosa distinta, aspecto que trataremos en otra oportunidad, si a diferencia de lo dicho aquí, se pensara en la utilización de la tecnología para suplir el criterio de los jueces dándole competencias para de manera autónoma resolver controversias.
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