La defensa de la democracia y el rol de la educación

Eleonora Lozano Rodríguez
Decana de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes

Hace algunos días fui invitada a compartir algunas reacciones sobre el reciente libro de Fernando Carrillo titulado Sin miedo: defender la democracia desde la democracia. A partir de las buenas conceptualizaciones y tensiones que el autor propone en su libro, realicé las siguientes reflexiones, trasladables hacia las realidades locales y algunas globales.

Fernando afirma que existe un déficit democrático y una fragilidad institucional, donde la democracia se debilita con promesas políticas incumplidas y liderazgos populistas. Por lo anterior, resulta fundamental la vigilancia ciudadana, así como el fortalecimiento de las instituciones para evitar el deterioro democrático. La solidez de nuestras instituciones es una de nuestras grandes virtudes como sociedad, por lo que es imprescindible que no se desdibuje. No podemos permitirlo.

Es, por lo tanto, esencial el diálogo democrático entre la sociedad civil, el sector privado y todas las ramas del Poder Público, como también la participación ciudadana en las grandes decisiones sociales. El rol de nuestros jueces y juezas es vital. Enfrentamos grandes desafíos en nuestro país y no podemos, por ejemplo, por una mala interpretación de lo que el “poder constituyente”, permitir el debilitamiento de la expresión democrática.

El libro cuestiona la finalidad de la democracia, que, para el autor, debe tener la capacidad de enfrentar problemas sociales, como la desigualdad, la pobreza y la corrupción. Es así como necesitamos instituciones sólidas que no solo protejan derechos –lo cual da legitimidad, confianza y credibilidad–, sino también promuevan un desarrollo sostenible. No olvidemos que el mandato de la sostenibilidad fiscal se introdujo constitucionalmente y permea transversalmente los instrumentos de la política pública en materia económica, como lo son los ingresos, los gastos, la planeación económica, entre otros, fundamentales para la garantía de nuestra poderosa carta de derechos.

Todo lo anterior incide en nuestra realidad colombiana, pero también en aquella global. Colombia enfrenta grandes debates como, por ejemplo, la reforma al Sistema General de Participaciones y a la salud, la ley de financiamiento y el presupuesto nacional desfinanciado, donde el diálogo democrático es importante. Como dice el autor, la democracia debe ser una oportunidad para fortalecer nuestras instituciones y no perpetuar nuestra polarización.

A nivel internacional son muchos los ejemplos del debilitamiento de la democracia, como la reciente elección presidencial en EE UU, donde a través de un discurso polarizador y caudillista, se dividió más que unió. Ojalá esto no pase en nuestro contexto.

En consecuencia, el rol de los jóvenes en la defensa de la democracia es muy importante. Debemos enseñarles nuestra historia y que de esta reconozcan la relevancia de instituciones democráticas fuertes y creíbles. De ahí lo trascendental de la educación en valores democráticos. El caso mexicano es un ejemplo de lo anterior. Seguramente si la ciudadanía hubiera sido consciente del valor de la democracia, el resultado del debate de la elección popular de jueces sería diferente.

Por eso, como educadores, tenemos el compromiso y el deber de desarrollar en nuestros y nuestras estudiantes competencias éticas y ciudadanas. Requerimos urgentemente renovar los liderazgos, así como fortalecer nuestra participación, para de esa manera defender nuestra democracia. ¡Gracias al autor por permitirnos reflexionar y conversar sobre este importante tema!

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Paute en Ámbito Jurídico. 

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