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Mirada Global


¿Por qué Trump no prohibirá la marihuana?

22 de Diciembre de 2016

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Daniel Raisbeck

 

Una de las noticias más importantes de las elecciones del 8 de noviembre en EE UU, opacada por la sorprendente victoria de Donald Trump sobre Hillary Clinton, fue la legalización completa o parcial de la marihuana en ocho estados.

 

Una mayoría de votantes en California, Maine, Massachusetts y Nevada decidió legalizar la sustancia para usos recreativos. En Florida, Dakota del Norte y Arkansas, el electorado decidió aprobar la marihuana medicinal. En Montana, la ciudadanía aprobó la eliminación de un límite establecido previamente, según el cual cada proveedor de marihuana para fines medicinales solo podía beneficiar a un máximo de tres pacientes.

 

Según Ben Gilbert, de Business Insider, tras los resultados de estas iniciativas de democracia directa, 29 de 50 Estados, los cuales contienen aproximadamente la mitad de la población del país, permiten algún tipo de uso del cannabis. Y la descriminalización completa del consumo de marihuana en California significa que la compraventa de la sustancia para usos recreativos es legal en toda la costa occidental de EE UU, compuesta también por los Estados de Oregón y Washington.

 

Tal no era el resultado que se imaginaba el expresidente Richard Nixon en 1969, cuando creó el Cuerpo Especial para Narcóticos, Marihuana y Drogas Peligrosas, conocido como Task Force One. Como explica el autor Ted Galen Carpenter, Task Force One unía a las burocracias de los departamentos federales de Justicia y de la Tesorería para “erradicar la producción y la elaboración del opio y la marihuana en México”.

 

En 1971, Nixon declaró que el abuso de drogas era “el enemigo público número uno” en EE UU, y anunció que lanzaría una “ofensiva” nacional y global en su contra. Dos años después, el presidente creó la Administración para el Control de Drogas (DEA). Como explica Carpenter, la DEA “combinaba a los agentes antinarcóticos de distintos departamentos para crear una sola agencia federal a cargo de la implementación de las leyes” que prohibían el uso y la venta de sustancias ilícitas.

 

Aunque Nixon obligó a México a aceptar la fumigación de cultivos de marihuana con Paraquat, un herbicida tóxico para humanos y animales, la ofensiva internacional contra los narcóticos fue más retórica que real durante la década de los setenta.    

 

Fue el presidente Ronald Reagan (1980-1988) quien, ignorando su precepto de que “el gobierno no soluciona los problemas, sino que los subsidia”, intensificó la guerra contra las drogas. Como anota Carpenter, su política, la cual aún es vigente, consistió en erradicar cultivos ilícitos en países productores, implementar programas estatales para reemplazarlos con cosechas legales e interceptar las rutas de exportación de narcóticos.

 

La estrategia antidrogas de Reagan asumía que los costos de producción de la cocaína en Colombia, por ejemplo —la marihuana empezó a ser producida masivamente en EE UU en los ochenta—, incrementaría el precio final, de tal manera que necesariamente se reduciría el consumo. Ocurrió lo contrario: entre 1982 y 2012, el precio de la cocaína se redujo en un 80 % según el columnista George Will.

 

La legalización de la marihuana medicinal o recreativa en el 58 % de los Estados de EE UU es un claro reconocimiento de que la guerra contra las drogas fracasó rotundamente. Pero el cambio vino de la ciudadanía. Según Mary Anastasia O’Grady del Wall Street Journal, el gobierno federal en Washington nunca iba a buscar alternativas “porque hay demasiadas burocracias que viven de la guerra contra las drogas”.

 

La autonomía de los Estados bajo el sistema político estadounidense, sin embargo, permite que haya “50 experimentos diferentes para solucionar distintos problemas”. Según O’Grady, varios Estados están llevando a cabo experimentos exitosos, demostrando que la marihuana puede ser legal “y que los individuos deben asumir la responsabilidad de sus acciones”.

 

Algunos comentaristas han especulado que el presidente electo Trump tomará medidas prohibicionistas, pero el hecho es que él, como candidato republicano, dijo que respetaría la decisión de cada Estado de legalizar o no la marihuana.

 

Por otro lado, la mayoría de estadounidenses está a favor de eliminar la prohibición federal del cannabis, la cual se mantiene, mientras que el potencial de su industria es enorme; en el 2015, le trajo 2.400 millones de dólares a la economía de Colorado. Como empresario convertido en político, Trump posiblemente reconocerá los beneficios de la legalización.

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