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Actualizado hace 10 hours | ISSN: 2805-6396

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Curiosidades y…


Duración de la vida

24 de Noviembre de 2016

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Antonio Vélez M.

 

Vitus Dröscher, estudioso del mundo animal, destaca un hecho interesante con respecto al envejecimiento: un organismo que se mantenga en estado de crecimiento conservará las características juveniles; esto es, el que crece no envejece. Cita el caso de la tortuga gigante, que alcanza sin dificultad los 300 años de edad y nunca deja de crecer. También propone como ejemplo de eterna juventud la secuoya gigante de California, organismo que siempre está creciendo, y que alcanza los cien metros de altura a los 4.500 años de edad, así que los ejemplares que ahora nos acompañan son contemporáneos del rey Salomón. En California existe un pino cuyo crecimiento en extremo lento está relacionado con su hábitat a gran altura en la Sierra Nevada americana. Según el número de anillos del tronco, cierto ejemplar pudo haber vivido 4.600 años, y había entrado en la mayoría de edad cuando crucificaron a Jesucristo. Pero lo supera el ciprés, uno de cuyos exponentes cumplió los 5.600 años, y bien certificados; además, posee una altura de 60 metros y un peso de 600 toneladas. Este juvenil matusalén ha sido apodado el árbol de Tule, en honor a una pequeña población mexicana, lugar de su residencia. Pero el récord de longevidad se encuentra en Tasmania: el Pino de Huon, que lleva en pie más de 10.000 años.

 

Con los salmones ocurre un fenómeno bien extraño: cuando está próxima la época del apareamiento, regresan del mar, y remontan los ríos hasta llegar a los mismos sitios que los vieron nacer. Durante este difícil recorrido, comienzan a envejecer con rapidez, de tal suerte que, una vez llegados a su destino y cumplida la tarea reproductiva, mueren de senilidad precoz. La trucha arco iris de Canadá nos ofrece un caso todavía más curioso de envejecimiento. Al igual que el salmón, envejece en su viaje hacia el sitio donde nació; pero una vez completada la tarea reproductiva, emprende un rejuvenecedor regreso al mar. Las calcificaciones arteriales y todos los demás signos de vejez desaparecen como por encanto, de tal suerte que al llegar a su hábitat natural, el animal se encuentra ya rejuvenecido y saludable. Para envidia de muchos.

 

Otro fenómeno curiosísimo relacionado con la duración media de la vida ha sido observado entre los mamíferos. En estos animales, con excepción del hombre, el número total de ciclos respiratorios y el de latidos del corazón, en toda una vida, es casi constante para todas las especies. Los animales pequeños viven menos años, pero más aprisa: su pulso y ciclo respiratorio son más rápidos, y su ritmo metabólico, el fuego vital, es más intenso. En los animales de gran talla y duración, estas mismas funciones marchan con mayor lentitud. Sin embargo, en promedio, todos los mamíferos realizan 200 millones de respiraciones, y sus corazones pulsan 800 millones de veces; esto es, el total biológico es el mismo para todos. Los pequeños se gastan más rápido el patrimonio de vida otorgado por natura; los grandes son más mezquinos. El hombre, por un misterio no develado aún, se aparta en forma considerable de estos promedios, de tal suerte que su total biológico es un poco más del triple de lo esperado por su peso y talla. Honrosa excepción, dirán algunos.

 

En Grecia, durante la época clásica, solo se aspiraba a llegar a los 40 años. Varios siglos después, durante la Edad Media, la duración promedio se redujo a 30 años. Hoy, gracias a los avances de la Medicina, la vida media en los países desarrollados tecnológicamente supera los 70 años. En Japón, la vida media es un poco más alta: 82,5 para mujeres y 70,2 para hombres, mientras que en EE UU es de 78 años en las mujeres y de 71 en los varones.

 

Hay pueblos longevos: Abjasia, en el Cáucaso soviético, Vilcabamba, en Ecuador, y Hunza, en Pakistán. Se encuentran allí muchos centenarios activos, con una presión arterial que envidiamos. Dicen que sus habitantes siguen las recomendaciones de los médicos: mucho ejercicio físico, poca grasa y vegetales en buena cantidad.

 

Y si hablamos de récords de duración animal, cuentan que Modoc, una vaca, vivió 78 años, Harriet, una tortuga gigante, llegó a los 175. Entre los humanos, la francesa Jeanne Calment ostenta el récord mundial: vivió hasta los 122 años, gracias a “ser inmune a la enfermedad de la prisa”, como solía decir. 

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