25 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 31 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Online

Proyecto de reforma laboral: tres contradicciones, dos esperanzas y un gran propósito

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Jairo Burgos de la Espriella

Director Talento y Talante

jburgos@talentoytalante.com.co

Colombia debe aprovechar el momento para hacer una buena y pertinente reforma a su legislación laboral, para que esta sea realmente un sistema integral que facilite alcanzar “la justicia en las relaciones laborales en un ambiente de coordinación económica y equilibrio social”.

De acuerdo con las conclusiones de la Misión de Empleo de 2021, importante estudio sobre el panorama laboral del país hecho en ese año por el Gobierno con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo, “Una visión integral de la regulación laboral y de protección social que requiere Colombia en el siglo XXI es una brújula indispensable para poder llegar a buen puerto, considerando que a veces se tendrá que navegar en aguas turbulentas”. Ahora estamos navegando en esas aguas turbulentas.

El proyecto de ley que acaba de presentar el gobierno al Congreso tiene cosas positivas que hay que mantener; otras no tan buenas que hay que mejorar; algunas que son inconvenientes y que es preferible dejar de lado y, finalmente, algunas ausencias que se podrían suplir. No obstante, en su conjunto, se parece más a un pliego de peticiones que a un pertinente proyecto de ley y su contenido no debe sorprender, pues encarna buena parte de los viejos anhelos de la dirigencia sindical colombiana, que representa cada vez menos a la nueva fuerza laboral y que sigue inexplicablemente en muchos aspectos anclada en el pasado.

De la misma manera como he aprendido a no impresionarme con ningún pliego de peticiones sindical, como ciudadanos estamos aprendiendo a no sorprendernos con los proyectos del gobierno Petro. Taca fuerte al iniciar para ver qué pesca en el Congreso; como los antiguos pliegos de peticiones, piden de todo para conseguir algo; lo vimos en la pasada reforma tributaria y ahora con el trípode social (reformas de salud, laboral y pensional).

Estamos en manos del Congreso. Por lo tanto, antes que distraerse con el texto del Gobierno, lo que hay que hacer es concentrarse en la discusión parlamentaria, aportar todos los elementos posibles para que se dé una discusión informada, realista y pertinente, con altura, en la que prime el pragmatismo sobre el dogmatismo y resulte, ojalá una reforma equilibrada. Es el momento del Congreso… y de las cortes.

Y a propósito de dogmatismo, al proyecto del Gobierno se le ve, al menos, dos grandes sesgos conceptuales: el primero es que insiste en la existencia de un contrato de trabajo como la puerta de entrada principal, casi única, para acceder a la formalidad laboral; por eso su obsesión por forzar toda relación laboral como contrato de trabajo, desde la de los jornaleros de pocas horas de trabajo en una finca, pasando por el conductor de Uber, hasta la de los aprendices Sena. Como dice el refrán, “cuando tu única herramienta es un martillo, todos los problemas los ves con cara de puntilla”. La única herramienta de formalización del Gobierno parece ser el contrato de trabajo. No quiere darse cuenta de que el mundo laboral ha cambiado y que el hecho de tener relaciones laborales regidas por contratos distintos al laboral no significa necesariamente precarización social.

El segundo sesgo conceptual se refiere a las relaciones colectivas de trabajo y tiene que ver con la obsesión de fortalecer al movimiento sindical, presionando por varios frentes la afiliación a las organizaciones sindicales. Los sindicatos son una institución muy importante en toda democracia, al igual que los partidos políticos, pero la decisión de ingresar, permanecer o salir de un sindicato es del resorte de la libertad individual de cada trabajador y no de presiones ocultas en la legislación. Uno de los pilares democráticos es la libertad, y manifestación de ellas es la de asociación en el trabajo, positiva o negativa, que le permite a todo ciudadano trabajador formar parte o no de un sindicato, al igual que hacer parte de un partido político, religión, empresa, etc. Un gobierno realmente democrático, independiente e imparcial debe respetar el libre ejercicio de las libertades ciudadanas, no tomar partido por una de las opciones de las que goza el ciudadano; por eso no existe en muchas partes el voto obligatorio, porque restringe la libertad ciudadana. El proyecto quiere forzar al ciudadano, por la puerta delantera o la de atrás, a que haga parte de un sindicato.

Tres grandes contradicciones se observan en el proyecto gubernamental: la primera, el Gobierno que se autodefine como el del cambio es el más reacio a reconocer los cambios en las relaciones laborales en el mundo y la existencia de realidades más allá del tradicional contrato de trabajo; la segunda, el Gobierno que dice luchar contra la informalidad es el mismo que propone aumentar barreras a la formalización, elevando significativamente los costos de la contratación laboral, y la tercera, el Gobierno que se proclama defensor de las libertades es el que atropella de manera burda el ejercicio de la libertad de asociación sindical negativa y, de paso, desconoce la libertad de reunión en materia laboral y el respeto a la voluntad de las mayorías, pilar de todo sistema democrático.

Dos grandes esperanzas entusiasman ante este panorama: que el Congreso, interpretando el sentir del país, incorpore la dosis de pragmatismo, sensatez y pertinencia a la discusión del proyecto de reforma laboral y, en segundo lugar, que las cortes cumplan su papel de actuar como el fiel de la balanza para mantener el esencial equilibrio de poderes que requiere toda democracia.

Un gran propósito nos debe convocar: la colaboración entre todos los sectores y actores, la academia a la cabeza, de manera generosa y solidaria, es fundamental para que la discusión de la reforma laboral culmine con conclusiones sensatas, razonables y pertinentes para el país, en las que prime la atención del interés de la gran mayoría, y que ese debate se convierta en una legislación laboral justa y adecuada, como la que se requiere para avanzar en la senda del progreso y equidad. ¡Colombia no debe desaprovechar el momento para hacer una buena reforma laboral!

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