26 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 1 hora | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

La afectación del proceso de la competencia por la legislación

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Santiago Dussan

Doctor en Derecho

LL. M. en Derecho Económico de la Universidad de Colonia (Alemania)

@santiagodussan

 

Según el último índice de libertad económica del Instituto Fraser, en el que Hong Kong ocupa el primer puesto y Venezuela el último (165), Colombia se ubica en el 92. Este hecho se determina, entre otros, por los altos costos regulatorios a las empresas privadas. En Colombia, se restan las ganancias de los empresarios por los costos regulatorios asociados con comenzar una empresa, restricciones licenciatarias, burocracias y el cumplimiento de impuestos. Relacionado con estos últimos, las promesas de la legislación no son nada alentadoras para las empresas. La última versión de la reforma tributaria para el 2022 estima un aumento del impuesto de renta a las sociedades comerciales al 35 %, sin contar con las contribuciones a seguridad social asociadas a las nóminas que, junto con las obligaciones tributarias, llegaría a un 68,6 %. ¿Qué significa esto para la competitividad?

 

La competencia es un proceso armónico, en el que los agentes del mercado toman decisiones que rivalizan con las de otros, para conseguir las posiciones más favorables en el sistema de cooperación social. Se manifiesta cuando los empresarios se superan entre ellos al ofrecer medios mejores o más baratos y cuando los consumidores hacen lo mismo comprando a precios más altos. En ello, el empresario coordina las necesidades de los consumidores con aquellas de los dueños de factores de producción. A cambio de todo esto, el empresario ve probable una ganancia empresarial. En caso de que no lo logre, tendrá pérdidas.

 

Esta noción de competencia brinda una perspectiva muy particular –para la altura de los tiempos–. La competencia se intensifica por la anticipación de ganancias en el futuro, que atrae a los empresarios, como el helado a las abejas. Ante probables ganancias empresariales, mayor el número de empresarios persiguiéndolas y mayor la remuneración de trabajadores, tierra y capital. Con el tiempo, entre más empresarios se sumen a este proceso, disminuyen los precios, mejora la calidad de los productos y, poco a poco, como la llama de un fósforo, se reducen esas ganancias hasta desaparecer en unos cursos de acción para volver a brotar en otros. No es una exageración afirmar que el mercado es poesía pura, cuando la ganancia empresarial permanece intacta.

 

Ese proceso mental y espiritual se afecta por las acciones de otros individuos. A través de la legislación, se cobran impuestos para redistribuir riqueza. También, muchas veces con el argumento de protección, se regulan intercambios. Tanto lo uno como lo otro termina por imponer costos a la producción, restando recursos a las ganancias empresariales. La actividad empresarial en Colombia recibe una ojiva que destruye casi el 70 % de esas ganancias.

 

Que por medio del Derecho los abogados se empeñen en regular todo aquello que no está regulado por el simple hecho de que no está regulado y que, también a través de este, se reduzcan las ganancias empresariales no hace a Colombia un país competitivo, sino un país donde la víctima es el proceso coordinador de la competencia. Ese, principalmente, será el costo de la reforma tributaria y de la creciente ola de regulación que viene año a año.

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