27 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 22 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

El papel del FSB y la estabilidad financiera global en tiempos de pandemia

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Adriana Zapata

Doctora en Derecho

 

Entre las instituciones clave de la llamada arquitectura financiera global, se destaca por su papel el Financial Stability Board (FSB). Esta institución tiene como antecedente al FSF, resultado de la iniciativa del G7. Recibió el FSF la tarea desafiante de procurar el mantenimiento de esa estabilidad, amenazada por las recurrentes crisis financieras con efectos sistémicos que se presentaron a finales del siglo pasado. Esta iniciativa dejaba al descubierto las fisuras del dogma desregulacionista de la escuela de Chicago y del llamado Consenso de Washington, cuyos postulados llevaron al límite a la escuela neoliberal. Por la gran inestabilidad, entonces surge un nuevo afán re-regulacionista, concretado en la proposición de reglas del tipo soft law, conocidas como estándares financieros. Antes que plantear un alejamiento a la actividad de los mercados, estas normas se conciben para preservar su funcionamiento, es decir que son normas promercado.

 

El hoy extinto FSF recibió un nuevo mandato en el año 2009, en el que las economías del G20 le dieron su respaldo para mejorar su estructura y encargarlo de tareas más específicas, en esta ocasión, como respuesta a las penosas consecuencias de la crisis de las subprime, que afectaron muchas jurisdicciones, además de aquella en la que se realizaron prácticas financieras de alto riesgo, el cual se vio materializado. Así nace el hoy conocido FSB, una ONG con sede en Suiza y sometido a su legislación, del cual hacen parte representante de 23 economías de talla desigual, pero cuya participación es relevante para la estabilidad financiera global, e instituciones como la Ocde, el Bank for International Settlements, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y todos los comités que en el mundo se han dado a la tarea de formular estándares para el sector financiero en aras de la anhelada estabilidad, mejor conocidos como “standard setting bodies”.

 

En adelante, el FSB se dio a la tarea de coordinar las agendas regulatorias, impulsar compromisos de traspasos de información en tiempos de crisis, procurar la nivelación del campo de juego para los actores. Con el paso del tiempo y de la mano de la evolución del sector por cuenta de nuevos actores y actividades (piénsese en las fintech y en las criptomonedas), el FSB amplió sus objetivos para impulsar la adopción de estándares para estas nuevas realidades.

 

La pandemia del covid-19 vino a poner de presente una vez más la importancia del FSB, pues la crisis, inicialmente sanitaria, dejó sentir rápidamente sus efectos en el sector financiero y en los mercados de capitales, por cuenta de la iliquidez que sufrieron las economías. Así, desde el propio FSB, se plantearon cinco medidas que recibieron el respaldo del G20, y que pronto fueron emuladas por las restantes economías y cinco principios que guiaron la actividad.

 

Las cinco medidas corresponden a mantener la oferta de crédito; inyectar liquidez a los mercados; respaldar el funcionamiento de los mercados; garantizar la continuidad de las instituciones financieras y garantizar la actividad de las entidades de supervisión sectorial. En cuanto a los principios que guían la adopción de las actividades, se acogieron los de monitorear y compartir información en tiempo real; el reconocimiento y uso flexible de los estándares acogidos por el FSB; procurar la reducción temporal de las cargas operacionales de las instituciones y de los supervisores; la actuación consistente con los estándares junto al compromiso de no impulsar cambios que los afecte y, finalmente, la coordinación oportuna del desenlace de las medidas adoptadas.

 

A este propósito, es bueno señalar que el FSB enfatiza en la necesaria temporalidad de los apoyos a los que han acudido las economías. Las prórrogas para el pago de impuestos, las reestructuraciones crediticias, las ayudas al desempleo deben mantenerse por todo el tiempo que sean necesarias y, de hecho, se advierte sobre los riesgos de una terminación prematura de las mismas. Correlativamente, se considera inconveniente llevar los apoyos más allá de lo necesario por el riesgo que podría traer para la estabilidad. En este punto, es claro que más allá de estas recomendaciones, cada país debe definir con autonomía la amplitud y extensión temporal de los apoyos que su país y la sociedad necesitan.

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