28 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 14 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Online

Por un debate probatorio 4.0

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Alejandro F. Sánchez C.

Abogado penalista. Doctor en Derecho

Twitter: @alfesac

 

En pasada columna me referí a la necesidad de reforzar el debate probatorio con más elementos provenientes de la ciencia, la tecnología, la física, la biología, la informática. Comenté un caso en el cual la Corte Suprema censuró el hecho de no haber practicado una prueba de ADN para acreditar un punto de filiación parental.

 

Ahora, la Corte en nueva decisión reitera que cuando se puede acudir a pruebas técnicas es preferible esta opción a la de los indicios sustentados en declaraciones. En un caso donde se discutió sobre si la firma de un documento espurio era del procesado, estableció que la propuesta probatoria del acusador adoleció de una prueba grafológica. Con ponencia del magistrado Eyder Patiño Cabrera, dijo:

 

“…empero ello no conlleva a concluir, como lo hiciera el Tribunal, que en un evento tan específico y técnico como es la determinación de la autoría de una impresión manuscritural y ante la falta de prueba contundente diversa, no se le pudiera exigir o, al menos, reprochar a la fiscalía su negligencia respecto a la incorporación del dictamen pericial por cuyo medio se estableciera la identidad del presunto productor de las firmas impuestas en los documentos allegados por la víctima, máxime cuando la persona a quien se le atribuyó la responsabilidad de las falsedades era plenamente conocida por las partes e intervinientes.” (fallo del 20 de noviembre del 2019, radicado 51656).

 

La decisión no se queda ahí. Cuestiona la posibilidad de hablar de carga dinámica de la prueba cuando se presentaron deficiencias en la investigación que se pretenden cargar al procesado. En fin, según el fallo el acusador: “…no soportó sus conjeturas en postulados científicos, reglas de la experiencia o en axiomas lógicos que gocen de los presupuestos de universalidad, generalidad y abstracción”.

 

Como también se dijo en esa columna: libertad probatoria no es sinónimo de libertinaje probatorio. En pleno siglo XXI, donde el ser humano no solamente tiene una existencia física sino también digital rastreable, donde el avance de las ciencias y la tecnología ofrece mil aportes que pueden ser útiles en la lucha contra el crimen, sorprende que aún se sustenten medidas de aseguramiento y condenas a punta de declaraciones o indicios fundados en dichos sin corroborar. Conjeturas, especulaciones, juicios de ponderación donde la seguridad de las premisas empíricas no se acredita deben pasar a la prehistoria.

 

Agentes encubiertos, análisis link, interceptaciones, ubicación por celdas de comunicaciones y por Google, micro dispositivos de escucha y de ubicación, rastreo por datos y metadatos, infiltración digital, en fin, miles de mecanismos que pueden contribuir a la lucha contra el crimen.

 

Y mientras la delincuencia se mueve en un Ferrari, el aparato perseguidor anda en un Renault Cuatro. Los esfuerzos no pueden continuar centrándose en poner más funcionarios a “echar carreta”. Se requieren más fiscales e investigadores exhibiendo evidencias, reconstruyendo escenas, proyectando videos, audios y pruebas demostrativas.

 

Con la dogmática y la jurisprudencia se puede pelear, con la evidencia es más complicado. No creo que haya defensor que no reconozca un trabajo de investigación bien hecho. Cuando así sucede, habrá mayor impulso para un allanamiento, un preacuerdo o un principio de oportunidad. Pero cuando el ejercicio acusador descansa en malabares argumentativos sin mayor evidencia, con tareas investigativas a medio terminar y planteamientos especulativos, claro que los defensores tienen todo el derecho a alzar sus voces y llegar hasta las últimas instancias, como sucedió en el fallo comentado.

 

Enseñan los fiscales federales en sus capacitaciones que una de las claves frente a los testigos está en “corroborar, corroborar, corroborar” y en pleno siglo XXI la manera más adecuada para cumplir este ejercicio está en la evidencia técnica, científica, tecnológica, genética y digital.

 

Hay que reforzar el sistema penal hacia las investigaciones y los investigadores. Mejorar su nivel de capacitación, profesional y salarial; que dejen de ser las cenicientas del sistema. Hoy tenemos investigadores desestimulados, atiborrados de trabajo, muchos han optado por abandonar sus cargos y pasar a respaldar la defensa.

 

En fin, se requiere avanzar con urgencia a un debate probatorio 4.0.

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