21 de Julio de 2024 /
Actualizado hace 19 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Columnista Impreso

El Derecho Internacional Humanitario frente a nuevos desafíos

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Matthias Herdegen
Director de los institutos de Derecho Público y Derecho Internacional de la Universidad de Bonn (Alemania)

Estamos viviendo en una década de rupturas con la esencia del orden internacional. Después de la agresión rusa contra Ucrania, la inimaginable barbaridad de Hamás contra la población de Israel ha provocado una fuerte reacción de autodefensa que obviamente apunta a erradicar todo potencial agresivo de Hamás y asegurar que nunca más Israel sufra un ataque similar. Nos conmueven las impactantes imágenes de la destrucción y del sufrimiento de la población en Gaza. Ningún observador con un mínimo sentido humanitario puede sustraerse al impacto de este sufrimiento.

Sabemos que aquellos que provocaron esta estruendosa situación sacrifican brutalmente en Gaza a su propia población, usándola como escudo humano, al instalar y operar centros de comando, bases de ataque y bodegas para su arsenal de armas, debajo de escuelas y hospitales en urbanizaciones densamente pobladas. Estos aterradores hechos generan imágenes que son parte de una bien calculada campaña mediática para movilizar la empatía global en contra de la autodefensa de Israel, poniendo al mundo occidental en un dilema emocional. Todas estas impresiones ponen en relieve los estándares del Derecho Internacional Humanitario (DIH).

El escenario en Gaza nos recuerda que el máximo imperativo del derecho humanitario es la clara distinción entre objetivos militares y objetivos civiles con la debida protección de la población civil en el mayor grado posible. El necesario balance entre objetivos militares y “daños colaterales” no intencionales en términos de una proporcionalidad de operaciones militares exige el juicio de un comandante razonable, con conciencia humanitaria. Esta perspectiva nos lleva a un corredor de decisiones con cierto margen de apreciación, adentro de un marco de plausibilidad. Todo lo que se informa a través de los medios de comunicación imparciales indica que las fuerzas de Israel, en general, asumen esa responsabilidad que impone el DIH. La exigencia de un balance razonable deja cierto espacio para la discrepancia al evaluar una situación. Al mismo tiempo, las imágenes de destrucción, de huida masiva y de hospitales sin recursos documentan cuán difícil es cumplir con esta responsabilidad.

Por otro lado, el derecho humanitario es de una claridad meridiana frente a la estrategia de Hamás de abusar de su propia población y de esconderse detrás de civiles para frenar operaciones militares de las fuerzas israelíes. Esa táctica de lucha armada sin la más mínima consideración a las víctimas civiles en Gaza tipifica un crimen de guerra en términos del Estatuto de Roma (art. 8.2, lit. b), xxiii). Las crueles imágenes de la guerra en Gaza llevan al riesgo de hacernos olvidar que se trata de un sufrimiento trazado y provocado de antemano por el mismo régimen terrorista de Hamás para producir un efecto esperado, mientras que la cúpula de Hamás disfruta cómodamente de la vida en Qatar.

Parece que este plan de Hamás, fríamente calculado, muestra sus frutos en ciertos sectores de la comunidad internacional. La resolución de la Asamblea General de la ONU del 26 de octubre que llama a un cese de fuego y un corredor humanitario desdibuja la diferencia entre un Estado víctima de un ataque terrorista armado y el régimen responsable de tal ataque. Por esta razón, la mayoría de los países de la Unión Europea se abstuvieron y algunos pocos votaron en contra.

Preocupa el éxito que acumula en algunos países la nefasta estrategia de Hamás. Regímenes con un antisemitismo abierto o hasta ahora camuflado, ante el sufrimiento en Gaza, acusan a Israel de una especie de genocidio. Tal acusación es una perversión del Derecho Internacional. Lamentablemente, esta alianza con Hamás se nota no solamente en gobiernos con cercanía habitual al radicalismo religioso o racista en contra de Israel. Va mucho más allá. El virus de la peligrosa simpatía trasciende ahora hasta las fronteras de Venezuela, pero la memoria colectiva toma nota.    

La esperanza es que el canje de rehenes israelíes contra presos de Hamás y la apertura de nuevos corredores humanitarios y, en un momento oportuno, un cese al fuego permanente, brinden nuevas perspectivas para Gaza y su población. El establecimiento de una nueva administración legítima, plenamente integrada a Palestina, necesitará una acción concertada de las Naciones Unidas, del gobierno de Palestina, de Egipto y también de Israel, como vecinos inmediatos, y, finalmente, de EE UU como el único poder occidental con facultades persuasivas en esta región.

En esta visión, la pacificación es piedra fundamental en un proceso de conciliación que debe culminar en la coexistencia estable y en cierto grado armoniosa entre un estado de Israel y un estado de Palestina, que superen las dolorosas secuelas de una ocupación tan dañina para ambos países.

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