Oye Siri: roba la contraseña de….
21 de Febrero de 2020
Guillermo Cernuda
Cyberlaw Lawyer en Ecix Group y Coordinador del Máster Ciberderecho de la Universidad Católica de Murcia (España)
La frase que titula este artículo puede sonar a chiste, y de momento lo es. Todavía no existe ningún aparato de Google o Apple que te deje robar, suplantar identidades o estafar usando comandos de voz.
¿Y por qué no se puede? Porque la tecnología que llega hasta el gran público no permite reconocer cualquier tipo de comando, solo los comandos que programen los ingenieros detrás de estos asistentes que integran los altavoces inteligentes.
Pero estamos en los primeros años de uso de esta tecnología, y las grandes compañías como Google, Amazon, Apple o Microsoft están invirtiendo millones en enseñar a Siri, a Alexa y a Cortana a escucharnos, y en el futuro dejarán de tener limitadas sus funcionalidades.
Con la llegada del internet de las cosas (IOT) a nuestros hogares, los asistentes de voz se podrán conectar a la nevera, a la calefacción, al despertador, a la televisión, a la red wifi, y sin la protección adecuada, se podrán conectar a todos estos mismos aparatos del vecino. ¿Quién no detecta en la actualidad, por lo menos, 20 redes wifi desde su casa con el teléfono?
Por lo tanto, es evidente que estos avances implicarán algunos riesgos para los que deberíamos estar preparados. Si en vez de unos cuantos comandos, aprenden a escuchar y entender todo lo que les pidamos, tendrán que aprender a procesar frases como “Oye Siri enséñame a robar una contraseña de Facebook” o “OK Google ¿Cómo hackeo una cuenta de Netflix?”.
Entonces, ¿tendrá Google que enseñar a su asistente un listado de conductas prohibidas para evitar que busque información sobre ellos? ¿Almacenarán información sobre cuántas veces le pedimos a Siri algo que ellos consideran incorrecto? ¿Te podrá denunciar Alexa, si detecta que estás tratando de cometer un delito?
Estas cuestiones llevan tiempo siendo estudiadas en Silicon Valley para dar con la respuesta adecuada, pero no debemos dejar de estar atentos a cómo se deciden estas cuestiones, y si queda en manos de unas pocas personas decidir qué es incorrecto y qué no.
¿No tendría sentido que en estas decisiones participaran las organizaciones de defensa de los consumidores y usuarios o los órganos de gobierno de cada país?
¿No sería mejor que los juristas, verdaderos especialistas en estudiar qué son y cómo se estructuran las normas, aportaran en su creación para los nuevos asistentes?
¿Estamos preparados para un mundo donde tiene más peso en el día a día lo que programa un ingeniero que lo que dice un Parlamento?
Las nuevas tecnologías traerán muchas más ventajas que inconvenientes, pero como cualquier otra innovación, no debemos dejar de ser curiosos y aprender por qué funcionan, cómo lo hacen y hasta dónde pueden llegar los asistentes virtuales que utilizamos día a día.
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