Anatomía de un juicio
José Wilmar Patiño Ballesteros
Existe un subgénero en el cine que me interesa particularmente: el drama judicial. Está tan consolidado que es posible encontrar en cualquier país una película en la que la aplicación de justicia es la protagonista.
Se trata de una historia en la que hay un caso legal, mejor si es penal; buena parte se desarrolla en un estrado judicial; el fiscal es recio e inflexible, convencido de la culpabilidad del acusado; el juez tiende al mal carácter para proteger las formas del juicio; el acusado trata de demostrar su inocencia, es tan solo un hombre contra las instituciones; la defensa trabaja con pasión y los testigos y expertos tendrán un peso importante en el resultado. (Lea: Literatura, cine y Derecho para fin de año)
Y entre argumentaciones exaltadas y revelaciones explosivas el espectador tomará partido, siempre sabrá más que los personajes, será un testigo omnipresente, más bien el juez supremo, la última instancia. (Lea: El Núremberg argentino)
Es clave entender que la representación de un juicio es una puesta en escena, una idea de lo que el arte cree que es aplicar justicia. Pero a la vez un proceso judicial es un acto en el que se busca convencer para demostrar culpabilidad o inocencia. (Lea: WeCrashed y el emprendimiento salvaje)
El trabajo artístico reproduce una visión, claro, ¿pero qué podría ser distinto entre tantas obras de este subgénero? ¿Qué hace diferente a Matar a un ruiseñor (1962); Anatomía de un asesinato (1959); Vencedores o vencidos (1961); En el nombre del padre (1993); Filadelfia (1993); El juicio de los 7 de Chicago (2020) o Argentina, 1985 (2022)? (Lea: Perry Mason para una época oscura)
Visto desde una perspectiva general, la fascinación por la eterna pugna entre el bien y el mal mediada por el Derecho en distintos casos sería fórmula de éxito, pero es clave el contexto en el que se desarrolla cada producción, pues refleja el momento histórico y lo que la sociedad consideraba justo entonces, su evolución o retroceso. (Lea: La salud es un negocio)
Pasemos a la película que nos llama a esta reflexión, Anatomía de una caída (Justine Triet), un relato sobre un matrimonio en problemas que sufre la muerte del padre.
Las circunstancias de lo ocurrido hacen que las autoridades sospechen que se trata de un asesinato e imputan a la esposa por homicidio, inicia entonces un proceso en el que veremos cómo las partes afrontan el caso ante la justicia francesa. (Lea: Pirámide estrato seis)
El filme podría ser uno más de la larga lista de representaciones judiciales, autoconclusivo, obvio en su resolución, pero en este caso opta por poner al espectador como un actor más, que siempre estará preguntándose cuál es la verdad. (Lea: Derecho sucesoral)
Mientras tanto, ofrece la oportunidad de reflexionar sobre las dificultades de juzgar; acerca de la vinculación emocional entre abogado y cliente; la forma de tratar los testimonios de los menores y su participación en las audiencias; los testimonios de expertos con teorías seudocientíficas y su peso en la decisión o inclusive el respeto a garantías mínimas, como el derecho del acusado a expresarse en su idioma nativo.
Juzgar una muerte dentro del matrimonio es juzgar la muerte de la relación, y la película de Triet es especialmente incisiva en esto, es el “asesinato del carácter” de la acusada para lograr su derrota y a la vez un juicio al papel de la mujer en la sociedad. (Lea: La salud es un negocio)
¿Y cuál sería la defensa a este desafío? No precisamente ofrecer la verdad, sino modificar la percepción que hay sobre la acusada en la sala de audiencias.
Para complejizar más el relato, un hijo ciego tiene la clave de lo ocurrido. No sobra resaltar que la discapacidad es una alegoría de cómo se representa la justicia en occidente. ¿El espectador podría guiarse por este guiño para hallar la verdad? (Lea: Tetris, diversión, riqueza y muerte)
La película francesa, ganadora de la Palma de Oro en Cannes y candidata al Óscar como mejor película, deja la inquietud sobre de qué están hechos los recuerdos, de la oscuridad a la que hay que entrar para comprender las motivaciones del alma humana y la certeza de que la verdad no siempre se alcanza. (Lea: Jury Duty o cómo reírse de la justicia)
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