Urge una reforma electoral
Óscar Alarcón Núñez
Quedó demostrado en los pasados comicios electorales que Colombia necesita, con urgencia, una nueva legislación en esa materia. Ningún país que se precie de ser un Estado de derecho puede darse el lujo de que a escasas horas de realizar las votaciones el elector no sepa, a ciencia cierta, cuáles son los candidatos que no tienen ninguna inhabilidad para ser elegidos.
Desde épocas remotas, el ciudadano colombiano no tiene confianza en la organización electoral. En el siglo XX, después de la Regeneración, al general Rafael Reyes lo eligieron con el fraude del Registro de Padilla. Además, por esos años, a los gobernantes los escogía la Iglesia desde los pulpitos. Así, salieron electos José Vicente Concha, Marco Fidel Suárez, Pedro Nel Ospina y Miguel Abadía Méndez, todos militantes del conservatismo. Cuando Laureano Gómez precipitó la salida de Suárez, el liberalismo vio la posibilidad de llegar al poder y lanzó la candidatura de Benjamín Herrera para enfrentársela a Pedro Nel Ospina, pero no fue posible. Se falsificaron los registros electorales, aumentando en más de 150.000 votos para favorecer a Ospina, quien resultó electo. Cuando concluía ese Gobierno, a comienzos de 1926, los conservadores postularon a los candidatos que habrían de representarlos en los periodos siguientes. El arzobispo de Bogotá Bernardo Herrera Restrepo llamó a los dos principales rivales, Miguel Abadía Méndez y Alfredo Vásquez Cobo. Llegaron y los recibió el coadjutor del arzobispo, monseñor Ismael Perdomo, quien les informó que las “autoridades superiores” habían decidido que Abadía debía desempeñarse como presidente durante el periodo 1926-1930 y que Vásquez Cobo lo sucedería después. No era un Frente Nacional, sino en Frente Celestial.
A monseñor Perdomo le falló el pronóstico, porque sorpresivamente ganó el liberal Enrique Olaya Herrera. Desde entonces, al ilustre prelado comenzaron a llamarlo “monseñor Perdimos”.
Laureano Gómez siempre habló de 1.300.000 cédulas falsas para favorecer a los liberales, quienes ganaron la presidencia después con Alfonso López Pumarejo (en dos oportunidades) y Eduardo Santos.
Luego, ha perdido mucha credibilidad nuestro régimen electoral. ¿Y qué decir de las elecciones de 1970, en donde Misael Pastrana Borrero le ganó “supuestamente” a Gustavo Rojas Pinilla por un poco más de 60.000 votos? Por algo el barranquillero de la época comentó sorprendido: “No entiendo. Voté por Sourdis, ganó Rojas Pinilla y se posesionó Pastrana”.
Es urgente una reforma electoral.
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