Ucrania
Juan Manuel Camargo
Ucrania tiene (tenía) aproximadamente 41 millones de habitantes; más o menos el 80 % de la población de Colombia. Su territorio es (era) de 603.500 km2, poco más de la mitad de nuestro país.
El historiador y filósofo Yuval Noah Harari explica que la historia de Ucrania como nación independiente es antiquísima, anterior incluso a la de Rusia. En tiempos contemporáneos, Ucrania proclamó su independencia el 24 de agosto de 1991, y fue ratificada por un referendo el 1º de diciembre de 1991, con más del 90 % de los votos a favor.
La independencia de Ucrania ha sido reconocida formalmente por el mundo entero, incluyendo Rusia, que ha firmado dos acuerdos con dicho país: el Tratado de Belavezha (dic. 8/91) y el “Memorándum de Budapest” (dic. 5/94), por el que Ucrania renunció a su arsenal nuclear (el tercero más grande del mundo), a cambio de garantías de seguridad por parte de Rusia, EE UU y Reino Unido. Sobra decir que tanto la invasión rusa del 2014 como la actual violan ese memorándum, en el que se pactó, por ejemplo: “La Federación Rusa, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y los Estados Unidos de América reafirman su obligación de abstenerse de la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de Ucrania, y que ninguna de sus armas será usada nunca contra Ucrania, excepto en defensa propia o de otro modo de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas”.
A la hora de escribir esta columna no se sabe si la guerra se limitará al territorio de Ucrania o si se extenderá a otros países. Una guerra nuclear no es descartable (impresiona escribirlo y debe impresionar leerlo). La guerra económica ya es internacional, con efectos mundiales. Se concluye ahora que Rusia ha estado preparando su economía para resistir sanciones, y por eso limitó el gasto estatal en tiempos de pandemia, recortó su endeudamiento y acumuló reservas en efectivo por algo así como 640.000 millones de dólares. Pero la contundencia, rapidez y coordinación de la reacción de Occidente ha excedido todo cálculo. El comercio exterior ruso corre peligro de extinción. Rusia es un exportador neto, pero poco diversificado y sus exportaciones son principalmente materias primas: petróleo y gas, diamantes, uranio, trigo y carbón. La posibilidad de que China le compre todo es irreal. Se anticipa que Rusia vivirá una crisis económica equivalente a la de los noventa.
Ucrania va camino a convertirse en un recuerdo, del que quedarán vestigios disímiles. Los atlas de Rusia la refundirán en su mapa. Los atlas de Occidente conservarán su croquis, en signo de callada protesta y esperanza. Creo que no me equivoco al escribir que las sanciones económicas no tumban ningún régimen; lo hemos comprobado con Corea del Norte, Venezuela o Irán. Los pueblos sufren, pero también sufrirían (y más) si las repercusiones fueran bélicas. Podemos especular sobre economía y geopolítica, pero esta guerra, como toda guerra, demanda una valoración ética. Dirá mucho de nosotros definir cuál es nuestra posición. Hay quienes admiran a una persona con el poder de destruir al mundo. Yo quisiera que ninguna persona tuviera mucho poder ni por mucho tiempo. ¿Utópico? Claro que sí. Pero utopías es lo que más necesita la humanidad.
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