Derecho Internacional
Se deshace el peligro de la historia única
Viridiana Molinares Hassan
Profesora investigadora de la Universidad del Norte
Miembro del Comité Asesor de ICON Colombia
La construcción de paz es más difícil que el mantenimiento de la guerra. La guerra, como explica Diego Uribe Vargas en su libro Derecho a la paz, desde un punto de vista ético-religioso, se refiere a un defecto de la moral del hombre; desde un punto de vista naturalista o racionalista, tiene que ver con la inspiración del bien y la inclinación hacia el mal, y a partir de un punto de vista biológico, se refiere a instintos e impulsos primigenios provocados en grupos amenazados de exterminio por la naturaleza hostil de otro grupo rival. No obstante, concluye Uribe Vargas, mientras haya quienes se beneficien de la guerra, todo esfuerzo para terminarla será infructuoso.
Sin embargo, paralelamente a la guerra, persiste el anhelo por la paz, tal vez como una utopía, pero este impone la necesidad de saber la verdad como una forma de construcción de memoria sobre un pasado traumático, cuyo conocimiento implica reparar a los vivos y a los sobrevivientes que se han visto afectados de manera individual por conflictos colectivos. Esta construcción de verdad debe estar integrada por historias, no por una sola historia.
En el marco de los modelos de justicia transicional, se aspira a la construcción de verdad a través de comisiones de la verdad, entre otras razones debido a que esta forma de justicia, de acuerdo con experiencias comparadas, no logra judicializar a todos los responsables de violaciones sistemáticas de derechos humanos, ni le es posible reparar económicamente de manera individual a todos los afectados. Por lo tanto, la verdad se constituye en una forma de reparación que en muchos casos es la mayor aspiración de las víctimas.
Desde la década de los años setenta, se han creado 52 comisiones de la verdad: 25 en América Latina, 18 en África, 6 en Asia, 2 en Europa y una en Oceanía. Entre ellas, seis resultaron de la firma de acuerdos de paz, en Sierra Leona, República Democrática del Congo, Liberia, Guatemala, El Salvador y Colombia. Esto ha generado que las comisiones dejen de asumirse como modelos de excepción y se consideren parte de los Estados de derecho en transición hacia la paz.
Estas comisiones tienen entre sus objetivos dar voz a las víctimas, documentar los parámetros sistemáticos de violación de derechos humanos, explicar las razones del conflicto y contribuir a su no repetición, a través de la formulación de recomendaciones que pueden abarcar desde la inclusión de pedagogías innovadoras sobre el conflicto, como en el caso de Sierra Leona, que presentó su informe a través de un programa de televisión dirigido a niños y jóvenes, hasta cambios en el diseño institucional de los Estados. A la vez, enfrentan dificultades: insuficiencia de recursos económicos; expedición de leyes de amnistía, como en el caso de El Salvador; críticas sobre el proceso de integración, como las que enfrentó la Comisión del Congo; desarrollo de sus mandatos en medio de escaladas de violencias, por ejemplo, los casos de Sierra Leona y de Colombia.
Desde el 2018, cuando inició sus funciones, la Comisión de la Verdad de Colombia ha realizado alianzas con la sociedad civil y medios de comunicación; organizado foros y encuentros individuales; establecido 26 rutas de investigación en los territorios y ha recibido relatos de colombianos en el exterior, para cumplir su mandato establecido en el Decreto 588 del 2017, que consiste en esclarecer y promover el reconocimiento de prácticas y hechos que constituyen graves violaciones a los derechos humanos y graves infracciones al Derecho Internacional Humanitario, responsabilidades colectivas, impacto humano y social del conflicto en la sociedad y sobre el ejercicio de la política y el funcionamiento de la democracia, el contexto histórico, las causas del conflicto y los factores y las condiciones que facilitaron o contribuyeron a su persistencia.
También ha enfrentado dificultades, como el desarrollo de sus actividades de manera virtual, el cuestionamiento de sus miembros o el acceso a información calificada, pero su mayor reto es, recordando palabras de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, enfrentar el peligro de la historia única. Es decir, lograr captar la atención de quienes ya tienen una historia sobre el conflicto, con la que se han familiarizado, que lo reduce a dos actores diferenciados como buenos y malos, ampliamente conocidos, con ausencia de zonas grises y de otros protagonistas beneficiados por el anonimato que les otorga el afianzamiento de una sola historia.
El reconocimiento por parte de las Farc del asesinato de seis colombianos, entre ellos el de Álvaro Gómez Hurtado, hace ver, retomando a Chimamanda, la forma como se crea una historia única: “se muestra a un pueblo solo una cosa, una única cosa, una y otra vez, y al final lo conviertes en eso”[1]
En el informe de la Comisión de la Verdad de Colombia, la historia que se ha utilizado para degradar se reescribirá para restaurar nuestra dignidad.
[1] Nogzi Adichie, Chimamanda. El peligro de la historia única. Barcelona, Penguin Random House, 2018. pág. 18.
Opina, Comenta