Mirada Global
Los enemigos de Boris Johnson lo subestimaron, de nuevo
Daniel Raisbeck
Desde que apareció mi última columna acerca del brexit (¿A qué precio Boris Johnson?), el nuevo primer ministro de Gran Bretaña se instaló en el poder y, desde entonces, ha desconcertado a sus críticos, quienes suelen referirse a él en términos despectivos. Con predecible regularidad, periodistas, intelectuales y celebridades usan los adjetivos “bufón”, “racista” y “mentiroso” para describir al nuevo residente de 10 Downing Street.
Uno de ellos escribió en The Guardian, diario de izquierda, que Johnson, al ser “arrogante, cínico, ligeramente xenófobo y convencido de su superioridad cultural”, representa “lo peor de las clases dirigentes inglesas”. El actor Hugh Grant fue más lejos y declaró en Twitter que Johnson es un “sobre-ascendido juguete de caucho para la tina”. Philip Pullman, reconocido autor de cuentos infantiles, expresó intenciones homicidas al confesar -también vía Twitter- que, cuando escucha el nombre de Johnson, piensa en las palabras “cuerda” y “poste de luz más cercano”.
Lejos de desearle la horca al nuevo primer ministro, sin embargo, una mayoría de británicos respalda su enérgica gestión. Según una encuesta de la firma Survation llevada a cabo el 29 y el 30 de agosto, el 45 % de los británicos considera que Johnson es la mejor opción para ser primer ministro en caso de que hubiera elecciones. Como tal relega a su principal contrincante, el laborista Jeremy Corbyn, líder de la oposición, al tercer lugar, con un apoyo del 17 %, detrás de la demócrata liberal Jo Swinson, a quien respalda un 19 % de los votantes.
Johnson ha surgido en las encuestas, entre otras razones, porque presentó una vigorosa agenda para los asuntos internos que más preocupan al público. Para el desasosiego de los medios de comunicación tradicionales, el primer ministro ha anunciado desde Facebook y otras redes sociales medidas contundentes contra el crimen -en especial contra el creciente número de ataques con cuchillos-, estrictas políticas disciplinarias en los colegios y más fondos para el preciado, aunque problemático, Servicio Nacional de Salud.
No obstante, el principal contraste entre la administración de Johnson y la de su antecesora, Theresa May, es la contundencia del nuevo primer ministro frente al brexit. Mientras que May, al ver su lamentable acuerdo con Bruselas rechazado tres veces en el Parlamento, pidió dos extensiones a la fecha de salida de Reino Unido de la Unión Europea (UE), Johnson ha sido categórico al insistir que el brexit sucederá el próximo 31 de octubre, con un acuerdo nuevo o sin él.
En numerosas declaraciones públicas y en reuniones con líderes europeos, entre ellos Emmanuel Macron y Angela Merkel, el primer ministro ha insistido en que no aceptará la llamada “salvaguarda de Irlanda del Norte” que negoció May. Esta partiría al Reino Unido al dejar a uno de los cuatro países que lo conforman atado al ámbito legal y regulatorio de la UE. Bruselas puede negarse a reabrir las negociaciones, como ha hecho hasta ahora, pero el nuevo gobierno, a diferencia del anterior, está tomando todos los pasos necesarios para salir de la UE sin un acuerdo y proceder a comerciar con ella bajo los términos de la Organización Mundial del Comercio.
Hasta hace poco, los altos funcionarios de la UE contaban con que una mayoría del Parlamento, el cual es predominantemente eurófilo, bloquearía un brexit sin acuerdo, el cual causaría disrupción económica en ambas orillas del Canal de la Mancha. El nuevo gobierno británico, sin embargo, ha explotado de una manera brillante las diferencias y animosidades entre los parlamentarios anti-brexit, quienes se dividen entre varios partidos y no cuentan con un líder indiscutible.
Para limitar el campo de acción parlamentaria de sus rivales, el gobierno recurrió a una astuta táctica que diseñó Dominic Cummings, principal asesor de Johnson y director de la campaña oficial del brexit en el 2016. Dado que la actual sesión legislativa es la más larga desde la Guerra Civil Inglesa (1642-1651), el gobierno le pidió a la Reina Isabel II que presidiera una Ceremonia de Apertura del Parlamento el próximo 14 de octubre. Esto implica que el actual Parlamento, cuyos miembros regresaron de vacaciones el 3 de septiembre, dejará de sesionar el 12 de ese mes a más tardar. Entre el inicio de septiembre y el 31 de octubre, la fecha del brexit que ha fijado el gobierno, el Parlamento sesionará solo 18 días según la BBC, un periodo de tiempo que, bajo el criterio de Cummings, es insuficiente para impedir la independencia de Gran Bretaña.
Los críticos de Johnson han denunciado dicha medida como antidemocrática y lo han llamado “un dictador de poca monta”. Sin embargo, como explica Jacob Rees-Mogg, líder de la Cámara de los Comunes, prorrogar el Parlamento para inaugurar una nueva sesión legislativa es una medida “rutinaria”, e “inclusive bastante aburrida”. Más de tres años después del referendo, el brexit parece ser inminente.
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