Mirada Global
El hombre que dejó prosperar a Hong Kong
Desde junio, los ciudadanos de Hong Kong han mantenido una serie de protestas contra el gobierno chino. La causa inmediata de la agitación en la isla contra la autocracia de Xi Jinping es la formulada ley de extradición que, como explica el Wall Street Journal, “facilitaría los procesos judiciales contra residentes” de Hong Kong “en el más opaco sistema legal de China continental”. La causa subyacente de la tensión, sin embargo, es el choque entre dos modelos del capitalismo que pueden llegar a ser incompatibles.
Hong Kong es una de las antiguas colonias británicas que han prosperado al mantener ciertas instituciones de la antigua metrópolis en la era poscolonial; otros ejemplos incluyen Singapur, Nueva Zelanda, Irlanda, Estados Unidos y Australia, naciones que se sitúan entre los primeros 10 lugares del índice global de libertad económica de los institutos Fraser y Cato (donde Reino Unido ocupa el noveno puesto). El hecho de que Hong Kong lideró el índice en el 2018 es un fuerte indicio de que sus gobernantes han sido fieles al legado económico del escocés John James Cowperthwaite (1915-2006), secretario financiero de la isla entre 1961 y 1971, un periodo crucial en su desarrollo.
Desde su incorporación al Imperio Británico, en 1841, durante la Primera Guerra del Opio, y en 1898, cuando Gran Bretaña arrendó los Nuevos Territorios por 99 años, Hong Kong ha enfrentado periodos de adversidad, pero tal vez ninguno tan crítico como cuando llegó Cowperthwaite a la isla en 1945 a trabajar en la administración colonial. En ese momento, Gran Bretaña asumía la reconstrucción de la isla tras cuatro años de ocupación japonesa durante la Segunda Guerra Mundial.
Aunque la ortodoxia keynesiana en pro de la deuda, los déficits y el gasto estatal rápidamente se esparcía entre la clase administrativa, Cowperthwaite provenía de otra escuela de pensamiento, habiendo estudiado los clásicos grecolatinos en las universidades de St. Andrews y Cambridge antes de especializarse en economía, también en St. Andrews. Como escribe el diario The Guardian, su educación le inculcó el espíritu de la ilustración escocesa, “en especial las ideas de Adam Smith, quien había nacido en el pueblo cercano (a St. Andrews) de Kirkcaldy. Cowperthwaite era un liberal en el sentido decimonónico y creía que los países deben abrir sus mercados al comercio del resto del mundo de una manera unilateral”.
Según la revista The Economist, Cowperthwaite concluyó que la administración militar de Hong Kong fracasaría, y que una isla sin recursos naturales no necesitaba la planificación central económica o medidas características de ella como los controles de precios, sino atraer emprendimiento y capital. Al asumir la secretaría financiera de Hong Kong en 1961, Cowperthwaite se resistió a los llamados del Servicio Civil en Londres de incrementar tanto los impuestos como el gasto público y de dirigir el modelo económico de la isla hacia el mercado interno, mas no hacia las exportaciones.
Cowperthwaite eligió un camino contrario, negándose a subsidiar a las industrias locales con arraigo, pero improductivas, como el hilado de algodón o la producción de pelucas. Como consecuencia, explica The Economist, la inversión se desplazó hacia áreas “con mayor potencial como la producción de juguetes y de electrodomésticos y, eventualmente, las finanzas”.
Fiel a su liberalismo, Cowperthwaite también se opuso a la política fiscal deficitaria, pues consideraba injusto que las generaciones posteriores pagaran por el despilfarro de la actual. Memorablemente, el secretario financiero de Hong Kong prohibió la recolección de estadísticas macroeconómicas porque sospechaba que “las fluctuaciones temporales del mercado se usarían para justificar controles gubernamentales” de la economía.
Durante el mandato de Cowperthwaite, Hong Kong subsidió la vivienda pública, pero solo en apartamentos muy pequeños; según su visión general de la movilidad social, “el rápido crecimiento de la economía produce una rápida y sustancial redistribución de los ingresos” sin necesidad de intervención estatal. El dinero no debe alimentar las arcas de la burocracia, sino permanecer en el bolsillo de los contribuyentes, “donde tiende a multiplicarse”.
Al aplicarse dicha filosofía, el producto interno bruto (PIB) per cápita de Hong Kong creció de 429 dólares (estadounidenses) en 1960 a 1.106 dólares en 1971, según el Banco Mundial. En 1997, cuando Gran Bretaña le entregó el control de la isla a China bajo el acuerdo de “un país, dos sistemas”, el PIB per cápita de Hong Kong superaba los 27.000 dólares, cifra que aumentó hasta los 48.717 dólares en el 2018. En comparación, el PIB per cápita de Colombia incrementó de 261 dólares en 1960 a 6.651 dólares en el 2018.
El surgimiento económico de Hong Kong ha traído una apertura democrática incompleta pero significante. Este no ha sido el caso en una China más intervencionista pese a las reformas económicas inspiradas parcialmente en el ejemplo de la isla. Hoy, en Hong Kong está en juego el legado del “no-intervencionismo positivo” de Cowperthwaite.
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