28 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 8 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Mirada Global

El ‘brexit’ y la historia

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Daniel Raisbeck   

 

En 1962, el diplomático estadounidense Dean Acheson dijo que Gran Bretaña, tras perder un imperio, aún no encontraba un nuevo rol en el mundo. Para una clase dirigente que consideraba que su país estaba condenado al declive, Reino Unido debía limitarse a participar como un miembro más en el emergente proyecto que se convertiría en la Unión Europea (UE). 

 

Entre otras cosas, el ingreso de Gran Bretaña a la Comunidad Económica Europea en 1973 requirió un reajuste masivo del sistema legal británico, basado en el derecho común anglosajón, para que armonizara con los sistemas continentales de Derecho Civil. Naturalmente, esto abrió nuevos campos de legislación, y un sinfín de oportunidades laborales para los abogados. 

 

De hecho, la comunidad legal y abogados de renombre -entre ellos Tony Blair- se opusieron apasionadamente al referendo y al resultado del brexit, un esfuerzo liderado no por juristas, sino, sobre todo, por algunos políticos entrenados en historia, como Jacob Rees-Mogg, actual líder de la Cámara de los Comunes, y otros en los clásicos grecorromanos, como el primer ministro, Boris Johnson.

 

Como escribió Greg Hall en la revista The Spectator, la división entre los políticos británicos en torno al brexit reflejaba las diferencias entre los que, en la universidad, estudiaron, por un lado, módulos de leyes de la UE y, por el otro, aquellos que estudiaron la historia de la Revolución Gloriosa. Los primeros veían en la Magna Carta un mero precedente legal para retener en la memoria; los segundos la reconocían como el fundamento de la soberanía parlamentaria, la cual socavaban las instituciones federalistas europeas.

 

Al asumir el poder en el 2019, Johnson no solo se convirtió en el primer líder conservador en haber impulsado el brexit, sino también en el único primer ministro versado en griego clásico y latín desde Harold MacMillan, quien ejercía el cargo (1957-1963) cuando Acheson hizo su famoso comentario acerca de la crisis británica de identidad.

 

A diferencia de MacMillan, sin embargo, Johnson no se convirtió en el primer ministro de un país en declive y con una economía moribunda. Gracias a las reformas de Margaret Thatcher y de la coalición conservadora-liberal de 2010-2015, la economía británica estaba en auge antes de la actual pandemia, habiendo frustrado los catastróficos pronósticos de que colapsaría como resultado del brexit.

 

La energía de Johnson, optimista célebre, ha sido una expresión política de una economía dinámica. Para el primer ministro, el brexit es una oportunidad para que Reino Unido asuma un nuevo rol en el mundo. Y su visión del futuro surge de su conocimiento del pasado.

 

En el 2014, cuando era alcalde de Londres, Johnson comparó la capital británica con la Atenas clásica: las palabras del discurso fúnebre de Pericles calan hondo, porque “aún creemos y aspiramos a ese ideal en el Londres de hoy, una ciudad donde prosperamos porque, a diferencia de muchos otros sitios en el mundo, adherimos a los principios pericleanos”. Estos incluyen el imperio de la ley, una cultura comercial y meritocrática, la apertura hacia el mundo, “la efervescencia cultural” y la participación política masiva.

 

Alguien que comparte ese ideal es Dominic Cummings, el estratega de la campaña oficial del brexit y, actualmente, el consejero principal del primer ministro. Cummings, quien también estudió clásicos e historia antigua en Oxford, apunta a la visión de Pericles, quien aseguró que Atenas era “la escuela de Grecia” en el siglo V a. C. De manera similar, “la misión definitiva” de Gran Bretaña, según Cummings, debe ser “convertirnos en el país líder para la educación y la ciencia”.  

 

Reino Unido ya tiene la ventaja de contar con 3 de las 10 mejores universidades del mundo, de acuerdo con varios escalafones. Cummings argumenta que hace falta enfocarse y, sobre todo, rediseñar la educación para tender un puente entre lo que el científico C. P. Snow llamó “las dos culturas”. Esto requiere sintetizar las matemáticas y las ciencias naturales- conocimiento usualmente ausente en la política- con lo mejor de las humanidades. La habilidad de entender redes y sistemas complejos, escribe Cummings, debe ir de la mano de “un frío coraje tucididiano para enfrentar la realidad, incluyendo los errores y las motivaciones” de quien la percibe.

 

En el 2020, la UE está dividida entre los países del sur, que exigen subsidios para financiar sus gastos a raíz del coronavirus, y las naciones del norte, que se rehúsan a pagarlos. En mayo, la Corte Suprema de Alemania emitió un fallo que considera ilegal la compra de bonos soberanos de países miembros por parte del Banco Central Europeo, acción que ya había ratificado la Corte Europea de Justicia. Según el diario The Irish Times, la máxima instancia judicial alemana se ha convertido en una mayor amenaza para la UE que el mismo brexit.

 

 

Mientras tanto, Gran Bretaña se ha enfrentado a China por su reciente intimidación contra Hong Kong, inclusive ofreciendo una ruta hacia la ciudadanía británica para los residentes del territorio. Pareciera que la UE ha perdido un miembro, pero que Reino Unido ha ganado un propósito.

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