Por ahora, una batalla
Juan Manuel Camargo G.
No es realmente una guerra (comercial, tecnológica o de seguridad), pero, sin duda, hay una batalla entre EE UU y China alrededor de los chips y semiconductores.
Podría decirse que la batalla empezó en el 2021, con la llamada ley “Chips para América”, que incluyó varias estipulaciones para fortalecer a EE UU en la investigación, el diseño y la fabricación de chips: subsidios para la fabricación de semiconductores, fondos para inversiones en investigación en tecnología de semiconductores (incluyendo inteligencia artificial y computación cuántica), créditos fiscales a la inversión y apoyo al desarrollo de la fuerza laboral en esa industria.
Más recientemente, en el 2022, el Congreso del mismo país aprobó la “Chips and science act”, que financia los programas previamente autorizados en la ley “Chips para América” y autoriza el mayor programa de investigación y desarrollo con fondos públicos de la historia del país. Esta última ley dedica una parte importante a la cadena logística de semiconductores, para aislar al sector energético y tecnológico nacional de crisis como las experimentadas en la pandemia del covid-19 y las que puedan provocar las tensiones geopolíticas.
El elemento más hostil de la ley consiste en prohibir la expansión o construcción de nuevas fábricas de semiconductores avanzados en países que pudieran representar una amenaza para la seguridad nacional de EE UU. Sin embargo, en su conjunto, la ley tiene como objetivo reducir la dependencia que tiene este país de China, y por eso China la considera una amenaza. Su respuesta inicial fue anunciar restricciones a la exportación de dos metales, el galio y el germanio, que son esenciales para la fabricación de semiconductores, paneles solares y aplicaciones militares. Las nuevas regulaciones entrarán en vigencia a partir del 1º de agosto del 2023 y el Ministerio de Comercio de China las justifica con la misma fórmula de los “motivos de seguridad nacional”.
Al mismo tiempo, se preparan otras batallas. CNBC dice que EE UU presiona a los Países Bajos y Japón para que frenen las exportaciones de ciertos equipos avanzados de fabricación de chips, y Países Bajos anunció, efectivamente, esa decisión a principios de julio. Todo ello mientras la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, viaja a China, semanas después de un viaje equivalente del secretario de Estado, Antony Blinken. Evidentemente, hay un esfuerzo diplomático, pero dorar la píldora será cada vez más difícil, pues se dice que EE UU está considerando restringir el acceso de las empresas chinas a los servicios de computación en la nube.
Ya es lugar común afirmar que la tecnología es clave para cualquier aspecto de la vida humana: el económico, el político, el militar, el científico, el artístico o el social. Al invertir fuertemente en el sector de semiconductores, EE UU asegura su preeminencia en todos estos frentes. China produce actualmente el 25 % de todos los semiconductores, mientras que el 75 % restante se fabrica en el este de Asia: Corea del Sur, Japón y, sobre todo, Taiwán. TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company) es el origen del 90 % de los semiconductores más avanzados. No es de extrañar que las teorías de conspiración aseguren que el afán de apropiarse de TSMC ha reforzado la histórica pretensión de China de recuperar a Taiwán. Y eso sí podría conducir a una verdadera guerra.
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