24 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 1 día | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Al Margen

Bitcóin, oro y monedas fiat

170415

Juan Manuel Camargo G.

El pasado 10 de enero, la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos (SEC, por su sigla en inglés) aprobó 11 ETF (exchange-traded funds o fondos negociados en bolsa) vinculados al mercado “spot” de bitcoines (BTC). Con esto, el bitcóin gana reconocimiento como un activo en los mercados financieros tradicionales.

Invertir en un ETF vinculado al bitcóin no implica comprar ni poseer bitcoines. Las personas que compran participaciones en esos ETF pagan en dólares y también reciben dólares cuando las venden. Pero los ETF siguen el comportamiento del precio del bitcóin en los mercados en los que compradores y vendedores negocian el criptoactivo directamente. De esta manera, si el precio del bitcóin sube o baja en los mercados “spot”, también subirá o bajará el precio de la unidad de cada ETF (aunque no se asegura que sea en la misma proporción).

El bitcóin fue creado como una moneda electrónica descentralizada, que en teoría no puede ser controlada por ningún gobierno o entidad, pública o privada. Su diseño limita a 21 millones el número máximo de bitcoines que puede haber (en la actualidad han sido minados unos 19 millones). Los bitcoines son producidos cuando los llamados “mineros” resuelven problemas criptográficos de creciente complejidad. Además, cada cuatro años se reduce a la mitad el número de bitcoines que reciben los mineros por resolver dichos problemas. El objetivo es limitar la emisión arbitraria de unidades, evitar la inflación y garantizar un valor siempre creciente.

Está surgiendo un fenómeno interesante y es que los que desconfían de las monedas “fiat” acogen calurosamente tanto al oro como al bitcóin. El término “fiat” proviene del latín y significa “que así sea” o “hágase”, e identifica a todas las monedas del mundo, desde que se abandonó el patrón oro. Hoy en día, el dinero de cada país no está respaldado por ningún metal precioso, y su valor es fiduciario, o sea que se basa en la confianza que tengan las personas en la moneda y en el gobierno que la emite. No es de extrañar que los nacionales de países como Argentina, Turquía o Venezuela se refugien en el oro –y ahora en el bitcóin–, pero también sube la desconfianza respecto de las monedas fuertes, como el dólar y el euro, exacerbada por las altas tasas de inflación de los dos últimos años. Debido a la facilidad con que se intercambia y traslada, el bitcóin cae como anillo al dedo en el ánimo de quienes piensan que el sistema monetario mundial se va a desplomar.  

Lo que sí es cierto es que el bitcóin fue una genialidad. Es una maravilla tecnológica y también un fenómeno económico de grandes proyecciones. Sin embargo, lo considero un criptoactivo y no una criptomoneda. El bitcóin es demasiado volátil para que funcione como dinero. Además, es demasiado manipulable. Las llamadas “ballenas” (personas o entidades que poseen más de mil BTC) pueden causar oscilaciones significativas y repentinas en el precio del bitcóin y a nadie le sirve un sistema de tasación de precios que puede irse a las nubes o caer al suelo de un momento a otro. Como último recurso, es bastante útil, pero, en el día a día, es fundamentalmente un instrumento especulativo que despierta pasiones enconadas (lo último que uno quiere que exalte una moneda estable). 

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