Mariposas y orugas
Nicolás Parra Herrera
@nicolasparrah
Hay filósofos y académicos que se transforman en mariposas. En lugar de ver los fenómenos de cerca como las orugas, crecen alas para ver el mundo desde arriba. Las “mariposas académicas”, si se quiere, tienen la habilidad de ver el mundo desde múltiples perspectivas sin tocar nunca el suelo. Sus reflexiones generalistas y sistemáticas las hacen atractivas en comparación con las “orugas académicas”, que se arrastran en un espacio minúsculo tratando de orientarse y hacer sentido de lo que ven ahí delante.
Michael Sandel, un filósofo político de Harvard, es una de esas mariposas académicas. Es posible que usted haya visto alguno de sus libros. Muchos de ellos se encuentran en las vitrinas de las librerías o se pavonean en las listas de mejores libros del año: La tiranía del mérito (2020), Lo que el dinero no puede comprar (2019), Contra la perfección (2016) y Justicia: lo que debemos hacer (2011), por mencionar algunos. Los textos son útiles para introducir a estudiantes en debates morales, económicos y políticos complejos en un lenguaje accesible, con ejemplos seductores y atravesando generosas trayectorias de tradiciones políticas y filosóficas. Como las mariposas, Sandel no solo revolotea en los espacios de filosofía política, sino también amplía su vuelo a la filosofía pública, una corriente que desde Sócrates busca llevar la filosofía más allá de los confines académicos para indagar nuestras prácticas, instituciones y los valores que defendemos con ahínco, pero que al verlos de cerca aparecen corroídos y porosos. Sus libros “no presentan innovaciones en filosofía, pero triunfa en algo que quizás no es menos importante: en términos accesibles, nos confrontan con conceptos que nos acechan, casi siempre no reconocidos, detrás de nuestros conflictos”, escribió Jonathan Rauch, un periodista de The New York Times, al reseñar Justicia y creo aplicable a todas sus obras.
La nueva edición de Democracy’s Discontent (2022) –recién publicada en inglés y editada por primera vez en 1998– es un libro que probablemente se traducirá en español en los próximos meses y estará en las listas de diciembre como uno de los libros recomendados, como todo lo que publican las mariposas académicas que, claro, son más vistosas que aquello que viene de las orugas, que prefieren orientarse en un par de centímetros cuadrados de suelo percatando los matices y complejidades del terreno, sin la amplitud ni pretensión de las mariposas de verlo todo. En cualquier caso y con el riesgo de sonar superlativo –porque no conozco en detalle la obra completa de Sandel–, creo que en la nueva edición con un nuevo epílogo se puede vislumbrar el hilo que conecta los vuelos filosóficos de Sandel. Por ejemplo, a dónde quería llegar con su crítica a la meritocracia para darle lugar a la dignidad del trabajo y la contribución social que hacemos con este, independientemente de los valores sociales contemporáneos que favorecen unas formas de trabajo sobre otras (La tiranía del mérito). O a dónde quería llegar Sandel con su crítica a la economía de mercado y el impulso de etiquetar todo con un precio hasta el punto de fracturar prácticas sociales que reflejan la interdependencia y comunidad de la que hacemos parte (Lo que el dinero no puede comprar). Y nos da luces también a dónde quería llegar con su mapeo de las teorías de justicia –del utilitarismo o cómo minimizar el daño a la sociedad; del libertarianismo o cómo maximizar la libertad personal, y del republicanismo aristotélico o cómo cultivar virtudes cívicas para pensar (y vivir) el bien común (Justicia)–. En el nuevo (viejo) libro, Sandel resalta la desintegración de la democracia y de la ciudadanía a causa de la globalización, el capitalismo y la meritocracia.
Si en Justicia Sandel sostuvo que una sociedad justa requiere de un sentido fuerte de comunidad y una forma de cultivar una ciudadanía democrática, en Democracy’s Discontent, explica cómo la historia del siglo XX de EE UU ha fallado en ese proyecto. Desde Nixon hasta Trump (sin salvar a Clinton ni Obama), la política estadounidense ha reconceptualizado la democracia como una forma de hacer economía por otros medios y a los ciudadanos democráticos en sujetos maximizando preferencias personales.
Esta no es una reseña del libro, sino una invitación a leerlo con una advertencia. Sandel deja su atuendo de filósofo e intelectual público y se viste con una indumentaria de macro-historiador de la política estadounidenses para llegar a una reflexión obvia (y urgente): “En la era del Antropoceno”, escribe Sandel, “el desafío para el autogobierno no es fiscal sino filosófico. Gobernar la economía requiere de algo más que maximizar el PIB y cómo distribuir los frutos del crecimiento económico. Requiere que reconsideremos la forma como vivimos los unos con otros y con el mundo natural que habitamos”. La advertencia: lo filosófico y lo económico están más interrelacionados de lo que Sandel sugiere. Para las mariposas académicas, lo filosófico parece ser siempre la respuesta (¿quién no ha caído en esa trampa?). Pero las orugas desde que nacen buscan comida y quizás saben que en lo económico también está lo filosófico. A veces para ver hay que mirar en lugar de volar.
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