Los inciertos límites de lo que nos hace humanos
Juan Manuel Camargo G.
El 5 de mayo del 2020 fue presentado ChatGPT-3, una herramienta de inteligencia artificial (IA) que despertó mucho interés y alcanzó un millón de suscriptores en poco más de dos años. La versión más avanzada, ChatGPT-3.5, fue lanzada el pasado 30 de noviembre y obtuvo un millón de suscriptores en cinco días. De esa escala es el avance de la nueva versión frente a la que se conocía.
ChatGPT-3.5 es gratis y cualquiera puede ponerla a prueba. Al cabo de un mes, o algo así, su creadora, la empresa OpenAI, tuvo que agregarle límites, porque los usuarios le pedían toda clase de cosas peligrosas, como los planos de una bomba o el código para jaquear páginas web. Por lo tanto, hoy en día, esta herramienta es un poco menos potente de lo que nos dejaron ver en un principio. Además, no está conectada a internet. Todo lo que ella sabe fue alimentado con información disponible hasta el 2021, por lo que está desactualizada y no puede recoger datos en línea. Tampoco puede retener definitivamente la información que le provean sus usuarios, aunque sí puede entender y aplicar todo lo que le digan en el contexto de una conversación.
Quizás lo más asombroso es que uno realmente puede conversar con ChatGPT-3.5. La experiencia es como conversar con uno de los robots inteligentes de las películas. La IA se comporta como un robot, es servicial como un robot y no pretende pasar por un ser humano. A la larga, puede repetirse y la conversación andar en círculos. Pero mantiene cualquier conversación fluidamente y sabe de qué le está hablando uno. Está disponible en varios idiomas y su español es absolutamente correcto.
Estas breves líneas no pueden comunicar lo impresionante que es la herramienta. Basten unos pocos ejemplos. Se le puede pedir cualquier información (por eso dicen que va a dejar obsoleto a Google). Puede redactar guiones, canciones, artículos de blog (por eso dicen que va a reemplazar a columnistas, como yo). Se le puede pedir lo que se le pediría a una secretaria, a un asistente o a un empleado junior, como una presentación, un estudio comparativo de ventas o el análisis de una estadística. Como si fuera poco, puede programar en diversos lenguajes de programación, por lo que muchos temen que va a reemplazar a los programadores.
Esta herramienta se une a otras, igualmente impresionantes y ominosas. Hay varias que hacen imágenes y videos a partir de textos que proponen los usuarios. Si le pido a la IA que me haga un cuadro de osos jugando cartas, casi de inmediato producirá decenas, cientos de ilustraciones que satisfarán cualquier gusto (por lo cual, los artistas e ilustradores están pensando en que se van a quedar sin trabajo). También existen las que componen música.
Hay muchas actividades que están amenazadas por la IA; ese peligro ya es innegable. No significa que se vaya a acabar el mundo, porque la gente (o las generaciones) buscarán otras ocupaciones. Pero no se nos haga extraño que, en el futuro, ninguna persona escriba, componga canciones, toque instrumentos musicales, pinte o programe. Todo eso lo harán las máquinas.
Paradójicamente, el arte, que se consideraba la actividad más humana de todas, puede ser la primera en la que la IA desplace al ser humano.
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