13 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 4 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Corte y Recorte

Los hijos del Ejecutivo

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OSCAR ALARCÓN NUÑEZ

 

José Manuel Marroquín fue un hombre dubitativo, sin criterio de estadista. Cierta vez, durante la crisis de la separación de Panamá, un alto personaje de la política fue a visitarlo y se sorprendió al no encontrarlo con las manos en la cabeza, o sobre los mapas de campaña tratando de recuperar el istmo. Lo que halló fue al buen señor tomando chocolate con unos amigos y con dos o tres ministros. Marroquín lo vio y le dijo: “Siga adelante que estamos haciendo anagramas y nos ha salido uno muy bueno para Leopoldo Cajiao: ‘ajiaco de pollo’”.

 

(El anagrama es una desfiguración que se hace de una o varias palabras, cambiando de lugar sus letras para que resulte otra palabra o una frase. Era un pasatiempo muy común entre los literatos de la época).

 

Así era el presidente a quien le entregaron un país y devolvió dos. Hacía poesías, novelas y también hijos. Tuvo siete, de los cuales uno pasó a la historia, Lorenzo Marroquín Osorio, a quien le encantaba el dinero. Fue él quien construyó el famoso Castillo Marroquín que hoy todavía existe en la autopista norte, en el sector conocido como La Caro. Él manejaba el gobierno entre bambalinas y tuvo mucho que ver en la repartición de dinero por la separación de Panamá y aseguran que le tocó una gran tajada. Logró que su padre nombrara como gobernador del istmo a un amigo suyo, José Domingo de Obaldía, como pago por “unos favores recibidos”, a pesar de que el designado había manifestado ser amigo de la separación. Y, por consiguiente, colaboró en ella. Se le designó por el Decreto 838 del 1º de septiembre de 1903 removiendo a quien estaba de gobernador, Fernando Mutis Durán. La verdad que no fue una remoción, sino una promoción, porque este fue nombrado ministro del Tesoro.

 

El “maloso” de Miguel Antonio Caro bautizó a Lorenzo Marroquín como el Hijo del Ejecutivo y el calificativo hizo carrera en las tertulias políticas y literarias de la época. Marroquín llegó a ser senador cuando su padre fue presidente.

 

Ahora también contamos con unos Hijos del Ejecutivo que van a Palacio a negociar reformas tributarias, a proyectar zonas francas y a construir centros comerciales. Tal parece que ellos no gustan de castillos y, en cambio, comienzan a sonar para candidatos presidenciales.

 

De seguir así convertirán el Centro Democrático en un centro comercial.

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