25 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 49 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Corte y Recorte

Los extranjeros y la separación de Panamá

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ÓSCAR ALARCÓN NÚÑEZ

Todavía hay quienes lloran la pérdida de Panamá. Y lo más paradójico de la historia es que si bien los panameños deseaban la separación porque se sentían olvidados por el Gobierno central, quienes fueron definitivos en los hechos no habían nacido en el istmo.

La enumeración hay que comenzarla con los colombianos. La lista la inicia Manuel Amador Guerrero, nacido en Turbaco (Bolívar), quien fue el primer presidente de la República de Panamá. Prominente político conservador, quien viajó a EE UU a buscar apoyo para la insurrección. Se asegura que su actitud contra Colombia se debió a un resentimiento político, porque, en esa época, cuando las curules en el Congreso se adjudicaban mediante orden sibilina del Gobierno central, el vicepresidente Marroquín –quien ejercía el poder– se opuso a esas pretensiones. La respuesta de Amador fue: “De ese Marroquín me vengaré”. Y se vengó.

El otro es el tristemente célebre general Esteban Huertas, quien ejercía funciones como comandante general del Ejercito en Panamá. Era conocido como El Mocho Huertas, porque le faltaba un brazo que lo perdió en un combate en Anchicayá (Cauca). Había nacido en Úmbita (Boyacá), general a los 32 años y de metro y medio de estatura, se creía la reencarnación de Bolívar. Fue tan definitiva su participación en la separación que, en su partida de bautismo, en la iglesia de su pueblo, en el margen izquierdo, escribieron: “Traidor a la patria. Vendió el istmo de Panamá en 1903. Con el producido de su traición vive olgadamente (sic) en Nueva York”. En 1903 tenía 34 años.

Philippe Bunau-Varilla fue un ingeniero francés, accionista de la empresa que inició la construcción del canal. Cuando vislumbró que se iban a la quiebra, comenzó a intrigar con los norteamericanos para que concluyeran la obra. Llegó hasta entrevistarse con el presidente Roosevelt y luego de la separación se convirtió en el agente confidencial del instaurado gobierno de Panamá hasta convertirse en su embajador en EE UU y fue él, en nombre de la nueva república, quien suscribió, el 28 de noviembre de 1903, el tratado que lleva su nombre: Hay-Bunau-Varilla. Luego del canje de notas de ratificación, el 25 de febrero de 1904, renunció al cargo. Y, por último, William Nelson Cromwell, abogado norteamericano, fue agente fiscal de Panamá y abogado consejero por varias décadas.

Luego, la separación del istmo se le debe a estos extranjeros. El presidente López Michelsen –refiriéndose a los colombianos– los justificó diciendo, con la mordacidad que siempre lo caracterizó, que la solidaridad de ellos con la rebelión tuvo como razón   el hecho de que sus esposas eran panameñas, así como sus hijos. “Cualquiera creería que los mandaban en sus casas y que eran buenos maridos”, anotó, con sorna, el inolvidable mandatario.

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