Lenguaje sin filtro, y nosotros preocupados por ser incluyentes
Diana Rojas Buitrago
No hace mucho el tema de lenguaje políticamente correcto e inclusivo empezó a hacer carrera primero en las instituciones del Estado y grupos políticos, y luego, para seguir el ejemplo, en las empresas privadas, que entraron en terrenos lingüísticos para construir manuales que denotaran una universalidad y equilibrio de su uso del lenguaje.
Así, nos hemos encontrado con propuestas tan extrañas a la fonética y a la ortografía, como la de reemplazar la vocal que indica el género, bien masculino, bien femenino –sin referirme al común o el epiceno, los cuales aún distan de la mirada de estas tendencias–, por una x o por una e, para que el todas/todos se convierta en un más universal todxs o todes, o porque elle, como pronombre, reemplace al ella/ello. Todo esto enmarcado en debates y crisis emocionales que ruedan por las redes sociales.
Señorita
Todas estas propuestas tan controversiales, así como la que la ONU da con respecto a no recurrir a la expresión señorita para referirse a las mujeres solteras, nos están nublando la vista de usos más peligrosos para la dignidad humana, en los que resultan ser las mujeres las más afectadas. Hablo de las letras de ciertas canciones que, sin filtro alguno, las degradan, insultan y agreden. Van acompañadas de ritmos pegajosos que hasta el más casto podría terminar repitiendo.
El lenguaje es inmensamente poderoso, y así tengamos la tan vendida idea de que una imagen vale más que mil palabras, una sola palabra puede transformar todo en el momento justo, y por eso no somos indiferentes a un mamá/perdón/sí…, y no somos indiferentes a lo que un tejido poético de palabras logra, porque las imágenes afloran en ellas: “Estoy acostada en la misma cama donde murió mi madre hace ya muchos años; sobre el mismo colchón; bajo la misma cobija de lana negra con la cual nos envolvíamos las dos para dormir. Entonces yo dormía a su lado, en un lugarcito que ella me hacía debajo de sus brazos” (Juan Rulfo).
Ternura
Ahora, si nos hacemos una idea con un entramado de palabras, porque este hace vivas las imágenes, ¿qué clase de imágenes surgen con frases basadas en el lenguaje vulgar, rudo y soez?, “Me acuerdo de la otra vez/Cuando te di en to’as las pose y en cuatro te grabé/Desde que me pegue/Me clavo to’ los culos que salen en la TV” (Bad Bunny/Maluma).
Aquí la sutileza y las figuras literarias les son ajenas a estas letras, y un nivel superior de inteligencia halla posibilidades más sugerentes: “Un angelito del cielo me mima, me ama/Una sirena encantada me brinda sus besos/Todo lo vuelve ternura con una palabra/Como por arte de magia me lleva hasta el cielo…” (vallenato de Juan David Herrera y Miguel Morales).
Así como el lenguaje eleva, inspira, conquista y despierta los sentimientos más intensos, también puede agredir, denigrar y abusar, pero lo curioso es que estamos centrados en los discursos de ser incluyentes, y entretanto no hay un freno a letras llenas de maltrato hacia el ser humano. No encuentro explicación a que ciertos productos tengan advertencias como “no apto para menores”, “puede contener escenas de sexo”, “perjudicial para la salud”, y que las letras de las canciones sean intocables.
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