La RAE y las nuevas palabras
Fernando Ávila
Fundación Redacción
El escándalo de la renunciada ministra de las TIC, suficientemente conocido y comentado, tuvo un ingrediente lingüístico interesante: la creación en redes sociales del verbo abudinear, con el sentido de ‘estafar’ o ‘robar’. El reclamo de la ministra Abudinen a la RAE por irrespetar su apellido fue el colmo del asunto. La RAE apenas anotó en su fichero una palabra que se estaba usando en las redes sociales. Anotar en el fichero no significa aprobar, ni desaprobar, ni mucho menos incluir en el diccionario normativo. En el fichero de la RAE están anotadas para su estudio las formas subistes, bajastes, vinistes, veci, edilesa, biciusuario y otros miles de palabras, la mayoría de ellas efímeras e inútiles.
Si una palabra nueva llega a aparecer algún día en el diccionario, después de los debidos análisis y debates, que tendrán en cuenta su universalidad, su inclusión en la literatura y su acomodo a la morfología léxica española, se puede hacer un reclamo, que la RAE estudiará para hacer los ajustes pertinentes. La palabra cartel, ‘grupo de narcotraficantes’, tenía como ejemplo “cartel de Medellín”, eliminado por reclamo medellinense, y gitano, el significado de ‘ladrón’, también excluido. Si el verbo abudinear llegara a aparecer algún día en alguno de los diccionarios normativos de la RAE, habría lugar a un reclamo.
Caco
No es extraño, eso sí, que el nombre propio de un personaje real o ficticio de la antigüedad dé lugar a una palabra común. Llamamos caco a quien roba, por el ladrón mitológico Cacus; anfitrión, a quien recibe a los invitados, por Anfitrión, rey de Tebas que recibió en su casa a Zeus; cicerón, a un buen conferencista, por el magnífico orador Marco Tulio Cicerón; galeno, a un médico, por el doctor Claudio Galeno, y marta, a la mujer hacendosa, por la hermana de Lázaro, a quien Jesús resucitó, según el Evangelio de san Juan.
En épocas más recientes, calificamos de rousseauniano a quien cree que el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe, como decía Juan Jacobo Rousseau, filósofo suizo del siglo XVIII; le decimos boicot, a la obstrucción indirecta de una actividad comercial, por Charles Boycott, cobrador de impuestos del siglo XIX, a quien los campesinos dejaron de trabajarle hasta obligarlo a abandonar su país, Irlanda, y colt, al revólver diseñado por el ingeniero estadounidense Samuel Colt (1814-1862). Rotulamos como picassiano el estilo pictórico o arquitectónico que recuerda al pintor catalán Pablo Picasso (1881-1973), y conjugamos el verbo fetecuar, ‘demoler un edificio’, por los Fetecua, dedicados a demoliciones en Bogotá.
Masoquista
Las palabras sádico y sadismo salen del nombre del marqués de Sade (1740-1814), que escribía sobre las extrañas actividades de crueldad sexual que practicaba, y las palabras masoquista y masoquismo, de Leopold Masock (1836-1895), que escribía sobre dominatrices. En esa línea, bien sabemos que, aunque no estén en el diccionario, un botero, un grau, un jacanamijoy son cuadros pintados por Botero, Grau, Jacanamijoy, y que los estilos de los escritores García Márquez, Vargas Llosa y Juan Rulfo se llaman graciamarquiano, vargasllosiano y rulfiano.
Párrafo aparte merecen los numerosos antonomásticos del campo médico. El verbo pasteurizar, referido a la purificación de la leche y otros líquidos, viene del apellido de Luis Pasteur, que inventó este sistema. Las enfermedades conocidas como huntington (mal de san Vito), párkinson, alzhéimer, chagas, corresponden a los científicos que las identificaron y describieron por primera vez, el estadounidense George Huntington, el inglés James Parkinson, el alemán Alois Alzaheimer y el brasilero Carlos Chagas. No olvidemos la válvula de Hakim para la hidrocefalia, creada por el médico colombiano Salomón Hakim.
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