La moción de censura
ÓSCAR ALARCÓN NÚÑEZ
El “cofrade” Alfonso Palacio Rudas fue quien propuso en la Constituyente la figura de la moción de censura, que es propia de los sistemas parlamentarios, pero no presidenciales, como el nuestro. Hasta el momento no ha tenido efecto. Con ella no se cayó ni Néstor Humberto Martínez, en el gobierno de Pastrana, porque él ha estado en todos los gobiernos, desde 1986. Cuando vio que lo iban a tumbar, renunció. Igual sucedió con Karen Abudinen, quien también dimitió antes de la segunda tumbada. La primera fue la de los 70.000 millones.
En los sistemas parlamentarios eso opera porque los ministros no dependen del Primer Ministro, sino del parlamento. Ellos son sus voceros en el gabinete. Cuando pierden la confianza del Legislativo, se van. Aquí lo hacen antes, como también sucedió con Guillermo Botero, el primer ministro de Defensa de Duque, quien fue premiado con la Embajada en Chile para que cambiara el whisky por el vino.
En la reforma constitucional de 1968 –gobierno de Carlos Lleras– también se introdujo una institución parlamentaria. Fue el famoso parágrafo del artículo 120 de la Constitución, que estableció que, a partir del 7 de agosto de 1978 –cuando desaparecía el Frente Nacional– se le diera participación “adecuada y equitativa” en el gobierno al partido mayoritario distinto al del presidente. Es decir, la administración pública reflejaba la composición del Congreso del partido de gobierno y del que le seguía en votos. Esto es típico de los sistemas parlamentarios, pero no de los presidenciales. Afortunadamente en 1996 ganó la Presidencia Virgilio Barco –cuyo centenario de nacimiento estamos celebrando por estos días– y gobernó con un verdadero sistema democrático: un partido que gobierna y otro que hace oposición. La norma quedó prácticamente derogada y desapareció positivamente en la Constitución de 1991.
Para precisar la diferencia entre sistema presidencial y parlamentario, es célebre la anécdota de Abraham Lincoln, quien, al finalizar una agitada reunión de gabinete, cuyos ministros eran de su confianza, pero estaban en su contra, puso en consideración su propuesta. Comunicó los resultados: “Siete votos en contra, uno favorable. La propuesta ha sido aprobada”.
Eso, por supuesto, no ocurre en los sistemas parlamentarios, porque los ministros dependen del Legislativo.
Así que no juguemos más a las mociones de censura. En homenaje al inolvidable “cofrade”, no traguemos entero. Los ministros siguen gozando de las mieles del poder y la oposición continúa botando corriente, en los Centros Poblados.
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