La “desdolarización”
Juan Manuel Camargo G.
Por “desdolarización” se entiende el intento de varios países de dejar de usar el dólar como moneda en su comercio internacional. En muchos casos, hay una razón ideológica subyacente: menoscabar la supremacía de EE UU en la economía mundial y la geopolítica global, interés que se ha exacerbado por la eficacia de las sanciones económicas impuestas por los países de Occidente a Rusia por su invasión a Ucrania. También hay motivos económicos; por ejemplo, dudas sobre el manejo monetario de la FED y la volatilidad del tipo de cambio entre divisas.
Esta tendencia no es nueva. Los acuerdos para comerciar con divisas diferentes al dólar son varios y llevan vigentes algunos años. Los países pueden acordar aceptar la moneda del otro en sus transacciones bilaterales, como han hecho Bangladesh e India, o pueden acordar aceptar la moneda de un tercer país, como pactaron Bangladesh y Rusia, que recurrieron al renminbi chino para liquidar préstamos, con el fin de evadir las sanciones occidentales sobre Rusia. Arabia Saudita ha comenzado a aceptar el renminbi (yuanes) en sus ventas de petróleo y también Brasil y China han anunciado recientemente planes para comerciar en renminbis. Los países Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) hacen planes para una nueva moneda (a la que se podrían adherir otros países) e, incluso, Brasil y Argentina quieren comenzar a utilizar una nueva moneda, llamada “sur”, en su comercio bilateral.
Todo esto parece un panorama desalentador para el dólar (y para EE UU), pero los hechos económicos se miden por su impacto real y no por la cantidad de titulares en las noticias. Según el FMI, a finales del 2022, las reservas mundiales en dólares ascendían al 58,4 % del total, con el euro en un segundo lugar (20,47 %), el yen japonés en tercero (5,51 %) y el renminbi chino (el yuan) en quinto, con un 2,69 %. Según Bloomberg, en el 2001, las reservas de divisas en dólares eran el 73 % del total. Por lo tanto, es cierto que la participación del dólar ha bajado, pero en favor de otras divisas occidentales, como el euro, el franco suizo, el dólar canadiense y el dólar australiano. No parece que eso haya hecho mucha mella en el poder económico de EE UU.
Si vemos el uso en transacciones internacionales, el BIS (Bank for International Settlements) reporta que el dólar se usa en alrededor del 88 % de todas las transacciones del comercio mundial.
Esta predominancia es difícil de abatir y, sobre todo, tomará muchos años eliminarla. Se puede decir lo que se quiera de la democracia y la economía estadounidense, pero la predilección por el dólar como moneda de reserva se explica porque es una moneda estable, emitida por un Estado de derecho y sujeta a las reglas del libre mercado. Cualquiera que posea grandes sumas de dinero preferirá tenerlas en dólares que en rublos o renminbis (y, por eso, China y Rusia no dejan que sus nacionales transfieran libremente sus fondos al exterior). En cuanto al comercio internacional, Arabia Saudita recibirá renminbis por su petróleo, pero necesitará dólares para pagar sus importaciones. En las intrincadas cadenas logísticas modernas, siempre se necesitará una moneda que sea aceptable para todos y, por ahora, nos guste o no, esa moneda es el dólar de EE UU. Habrá que esperar a ver si todas las iniciativas se concretan y medir su efecto antes de anunciar el fin del dólar.
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