17 de Agosto de 2024 /
Actualizado hace 21 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Corte y Recorte

Homenaje a Jineth Bedoya

140302

Diana Acosta Navas

 

Aprovecho esta conmemoración para hacer un homenaje a la campaña No es hora de callar; a su directora, Jineth Bedoya, y a todas las personas que la han acompañado hasta hoy: su madre, Luz Nelly Lima, la Flip, la Cejil y sus demás aliados. Quiero ofrecer una mirada sobre las palabras de Jineth, su significado y su poder.

 

Las palabras de Jineth Bedoya reconstituyen los fundamentos éticos de nuestra comunidad política. Es decir, las relaciones entre cada individuo y del entorno social del cual es miembro, por razón de las cuales podemos exigir que se nos trate con respeto y dignidad. Son el arco de responsabilidad por el que nos reconocemos mutuamente como miembros de una comunidad de iguales, donde cada uno es portador de derechos y obligaciones hacia los demás. Estos fundamentos se deterioran cuando privamos a alguien de la autoridad para exigir el respeto que le debemos. Se reconstituyen, en cambio, cuando reconocemos y restauramos su agencia política.

 

A Jineth han intentado silenciarla de distintas maneras. Con amenazas y violencia han buscado acallar sus investigaciones. Ese es el tipo de silencio que busca acabar con las palabras. El silencio que ha amenazado históricamente a las víctimas de violencia sexual es más insidioso. Se impone al negarles la autoridad por la cual sus palabras compelen al Estado a protegerlas, resarcir los daños y hacer justicia. Aquí no se trata de acallar a las víctimas, sino de dejarlas hablar, incluso hacerlas hablar, pero privándolas de la fuerza normativa de sus palabras. Este silencio busca despojar a las palabras de su poder.

 

Cuando una víctima de violencia sexual acude al Estado para reclamar que se hagan efectivos sus derechos, y este no toma las acciones debidas, no solamente le niega los recursos judiciales y materiales a los que tiene derecho, sino también el reconocimiento de la autoridad para exigir el trato que la comunidad le debe.

 

Pero Jineth Bedoya se rehusó al silencio. Continuó haciendo su trabajo periodístico con rigor y agudeza. Además, asumió la misión de hablarnos a todos, insistente y ferozmente, para que le concediéramos a su testimonio el reconocimiento que siempre le debimos. Así, ha reclamado su autoridad moral para exigir justicia y reparación, y con ella, ha reclamado la autoridad de todas las víctimas, pasadas y futuras. Sus palabras han logrado crear un arco de responsabilidad –un vínculo ético– entre las víctimas y el resto de la sociedad. Nos han hecho ver que les debemos más de lo que históricamente les hemos ofrecido.

 

El Centro Investigativo No es Hora de Callar abre nuevas oportunidades para continuar con este trabajo. Las instituciones de memoria y verdad pueden reafirmar la autoridad en las palabras de las víctimas. No pueden prometer una cura para las heridas ni pueden sustituir a la justicia, pero pueden reconstituir el lugar de los individuos en la comunidad. Pueden decirle: “Te fallamos; te mereces más”, y así crear espacios donde las palabras recobren su fuerza: espacios que rompan el silencio.

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