El Núremberg argentino
José Wilmar Patiño Ballesteros
El cine argentino ha producido valiosas representaciones sobre la búsqueda de justicia, el ejercicio del Derecho y la recuperación de la memoria de sus momentos más dolorosos.
La historia oficial (1985), La noche de los lápices (1986), Derecho de familia (2006), El secreto de sus ojos (2009), Carancho (2010), Tesis sobre un homicidio (2013) y otras películas aportaron visiones sobre el mundo jurídico, sus espacios, formas y lenguaje, y se convirtieron, a la vez, en un reflejo de Latinoamérica.
Argentina, 1985, dirigida por Santiago Mitre, es el último ejemplo, en el que Ricardo Darín nuevamente asume el papel de abogado (daría para una columna esta obsesión interpretativa), el fiscal Julio Strassera, quien junto con Luis Moreno Ocampo acusaron a la junta militar que gobernó dictatorialmente entre 1976 y 1983 y produjo miles de muertes y desapariciones y destruyó la democracia argentina.
Es una película rica en contexto histórico, que ilustra el proceso de formación de lo que con naturalidad describimos ahora como justicia transicional, sus métodos de investigación, acusación y juzgamiento, en medio de despachos de madera, máquinas de escribir, funcionarios judiciales y exceso de cigarrillo.
Mientras, a mediados de los años ochenta, Argentina empezaba su lucha contra la impunidad y por los derechos humanos, la región apenas despertaba de una violenta época de represión. Por eso vale la pena ver esta producción como ejercicio comparativo, especialmente para entender los retos que se enfrentaron e identificar qué pasó en Colombia con nuestra justicia.
¿Y cuáles fueron los desafíos? La difícil búsqueda de testigos para acusar a los militares y el duro trabajo de campo para hallar pruebas de sistematicidad y línea de mando en un contexto en el que las fuerzas armadas aún tenían poder de intimidación. También se conocen las consecuencias: amenazas, atentados y presiones al poder judicial.
La reticencia de los victimarios a ser juzgados por civiles, culpar a los subordinados y a las víctimas de lo ocurrido y señalar a los investigadores de simpatizantes de la guerrilla es una defensa de manual que se repite por toda la región y muestra lo cercana que es la tragedia argentina, pero también que es posible superar ese estado de barbarie.
Por otro lado, el papel fundamental de las organizaciones de víctimas muestra que el esfuerzo institucional sería imposible sin una sociedad activa en la defensa de sus derechos.
En un mundo que fácilmente convierte en heroica cualquier actividad, esta obra eleva el nivel y dignifica la función pública y el ejercicio del Derecho para proteger a los más débiles.
Pero su dimensión va más allá, y es que la acusación no puede verse como un acto para expertos penalistas, sino que debe proyectar en la memoria de la humanidad la historia de un país, elevar a una conciencia jurídica universal hechos que la sociedad no debe tolerar.
Coincidamos en que la representación de momentos históricos en el cine puede afectar la precisión, pero eso no evita que nos preguntemos por qué en Colombia no ha nacido el gran relato del holocausto violento y la lucha por la justicia que vivimos.
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