28 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 8 horas | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Curiosidades y…

Premios Nobel (II)

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Antonio Vélez

 

Parece raro renunciar al premio Nobel, tan codiciado y prestigioso, pero esto ha ocurrido ya, y más de una vez. Jean-Paul Sartre renunció al Nobel de Literatura, y Lê Duc Tho (presidente de Vietnam) al de Paz. Sartre lo hizo por costumbre, así como ya lo había hecho ante otros honores, mientras que Lê Duc se negó a recibir el premio, pues a la vez se lo otorgaron a Henry Kissinger, quien era ministro de Estado norteamericano al terminar la guerra entre Vietnam y EE UU. El vietnamita consideraba que Kissinger era en cierta forma responsable de los bombardeos a Hanoi. Por otro lado, el miedo al régimen político de su país obligó al ruso Boris Pasternak a rechazar el Nobel de Literatura en 1958. 

 

El premio a veces ha llegado muy tarde. El alemán Ernst Ruska inventó el microscopio electrónico en 1932, pero recibió el Nobel 54 años después, en 1986. Frederick Reines detectó el neutrino en 1957, pero en Suecia solo se acordaron de él en 1995 para otorgarle el Nobel, 38 largos años después. De allí que alguien dijera que, para obtener el Nobel, la longevidad era más importante que el ingenio. Y el Nobel se ha mostrado machista y racista: de los 809 premios entregados, solo 35 han sido para mujeres, y solo se les ha otorgado a seis personas de raza negra. Destaquemos que la primera mujer en ganar el codiciado premio fue Marie Curie, y se desquitó ampliamente del sexismo de la academia al ganarlo en dos ocasiones: 1903 y 1911.

 

El genio no se hereda: el Nobel de Química George Wald, al pedírsele que contribuyera para un banco de semen de ganadores del Nobel, dijo: “Solicítenselo a mi padre, pues yo solo he engendrado dos guitarristas”. Sin embargo, en ocasiones, muy contadas, el talento sí se hereda. Así que sí se ha dado el caso de padre e hijo premiados con el Nobel, situación bien improbable que ocurrió con el de Física: se lo dieron a los Thompson: al padre, Joseph John, en 1906, por haber demostrado que el electrón es una partícula, y al hijo, Robert, en 1937, por haber demostrado que el electrón es una onda. Y, muy curioso, ambos tenían razón. Linus Pauling repitió: obtuvo el Nobel de Química en 1954, y el de La Paz en 1962. 

 

Hay una familia en la que tres personas ganaron cuatro premios Nobel: Marie, Irene y Pierre. William Henry Bragg (también del Reino Unido) y su hijo William Lawrence Bragg compartieron el Premio Nobel de Física en 1915. Niels Bohr (Dinamarca) logró el Nobel de Física en 1922, mientras que su hijo Aage Bohr logró esa misma hazaña en 1975. Manne Siegbahn (Suecia) se llevó el Nobel de Física en 1924, y su hijo Kai M. Siegbahn logró lo mismo seis años después, en 1981. Hans von Euler-Chelpin (Suecia) recibió el Nobel de Química en 1929, y su hijo Ulf von Euler, el de Medicina en 1970. Arthur Kornberg (EE UU) ganó el Nobel de Medicina en 1959, y su hijo Roger Kornberg el de Química en el 2006.

 

Pero si en literatura o en ciencias se han otorgados premios inmerecidos, existe el Nobel de la Paz, que en más de una ocasión debió haberse llamado “Nobel de Guerra”. Uno de los primeros laureados fue Theodore Roosevelt, presidente norteamericano que se refirió a la masacre de los Cheyennes como “una acción legítima y necesaria para limpiar de salvajes las fronteras naturales de la gran nación americana”. No son pocos los criminales de guerra galardonados que hubieran pasado su existencia tras las rejas si en el mundo la justicia no la impartieran los vencedores. En ese pódium de la infamia se encuentra Henry Kissinger, acusado de estar involucrado en las políticas de terrorismo de Estado durante los regímenes dictatoriales del Cono Sur. A su lado figura, Menachem Begin, líder del grupo terrorista Irgún, responsable de la masacre de niños y mujeres en el poblado palestino de Deir Yassin, en 1948. Y, quizá para desagraviar a terroristas del bando contrario, en 1994 el Nobel de la Guerra, digo de Paz, se le otorgó a Yasser Arafat, miembro de Al-Fatah.

 

Nobeles de Paz también se han otorgado a defraudadores: Barack Obama, quien se hizo elegir presidente ayudado por la mentira de poner fin a la ignominia de Guantánamo, le hizo honor a su galardón de “hombre de paz”, al convertirse en el presidente norteamericano que más dinero ha invertido en el desarrollo de tecnología militar desde la Segunda Guerra Mundial.

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