28 de Noviembre de 2024 /
Actualizado hace 46 minutos | ISSN: 2805-6396

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Opinión / Etcétera

Curiosidades y…

Momentos estelares de las ayudas visuales

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Antonio Vélez M.

 

El artefacto óptico más antiguo que se conoce podría ser la llamada “lente de Nimrud”, un objeto de la cultura asiria con más de 3.000 años de antigüedad. Más recientemente, Aristófanes habló de una lente biconvexa usada por él para enfocar los rayos solares y encender el fuego. Ibn al-Haytham, en un tratado de óptica, describió una lente convexa usada para aumentar el tamaño de la imagen. Se cree que después de traducir su libro al latín se usaron lentes para corregir la miopía, pero los anteojos solo aparecieron en el siglo XIII, bien tarde en la cultura humana.

 

El microscopio se debe a Zacharias Janssen, quien tuvo la feliz idea de juntar dos lentes convergentes para obtener una mayor amplificación. Más tarde, en 1611, Johannes Kepler describió una forma de combinar dos lentes para obtener un microscopio compuesto y, en 1655, él mismo descubrió la manera de construir un telescopio con dos lentes convexas. El microscopio de Kepler lo utilizó Robert Hooke para estudiar láminas delgadas de corcho: por primera vez observamos con detalle una célula. Y en 1674, Antonie van Leeuwenhoek lo usó para observar un protozoario; nueve años después describió una bacteria y otros microorganismos. Lo invisible al fin se volvió visible.

 

En 1931, los alemanes Ernst Ruska y Max Knoll construyeron el primer microscopio electrónico, usando un haz de electrones para enfocar la muestra. Se logró aumentar 100.000 veces el tamaño de la imagen, un salto largo y ancho. En 1942 se desarrolló el microscopio electrónico de barrido, y luego apareció el microscopio de efecto túnel. Nos asomamos por primera vez a las mismas entrañas de la naturaleza, al átomo.

 

El primer telescopio apareció en 1608, y se le acredita a Hans Lippershey. Otros se lo atribuyen a Zacharias Janssen. Apareció entonces el gran genio, Isaac Newton, quien en 1688 construyó un telescopio de reflexión usando para ello un espejo paraboloide en lugar de una lente. La gran idea, necesaria si de construir un telescopio gigante se trata. Y el primer radiotelescopio se lo debemos a Grote Reber, en 1937. Comenzamos a ver el más allá.

 

Wilhelm Röntgen pasó mucho tiempo estudiando los rayos catódicos, para lo cual usaba un tubo de Crookes, rodeado por un estuche de cartón negro. Un día notó la aparición de una rara fluorescencia sobre una pantalla recubierta de platino-cianuro de bario que tenía cerca del tubo. Intrigado, realizó nuevos experimentos que mostraron que el fenómeno se debía a ciertos rayos misteriosos que, procedentes del tubo, atravesaban el cartón negro, a pesar de ser opaco para toda radiación luminosa conocida. Röntgen comprobó que los misteriosos rayos también atravesaban la mano, y que la diferencia de transparencia entre los huesos y la carne permitía obtener sobre una placa fotográfica la imagen de la parte ósea, así como el contorno de los músculos, menos opacos. Ese día nacieron para el mundo de la medicina las radiografías, y pudimos asomarnos al interior de nuestro organismo sin usar el bisturí. También, ese día significó para el afortunado investigador el hacerse merecedor al primer Premio Nobel de Física.

Con merecida rapidez, la noticia del descubrimiento de los rayos X se divulgó por todo el mundo, y Röntgen recibió de manos del emperador Guillermo II de Alemania la Orden de la Corona; además, en 1896, fue premiado con la medalla Rumford de la Real Sociedad de Londres y con la medalla Barnard de la Universidad de Columbia. Pero había más, y bien merecido: en 1901 recibió el Nobel de Física.

 

En 1938, Isidor Rabi describió la resonancia magnética nuclear (RMN). Luego, en 1946, Félix Bloch y Edward Mills Purcell refinaron la técnica, trabajo que les significó el Nobel de Física de 1952. La RMN permitió mirar en detalle el interior de nuestro cuerpo, utilizando para ello un poderoso campo magnético, ciertas ondas de radio y un computador para procesar la información. La RMN se utiliza hoy para diagnosticar y monitorear una amplia variedad de condiciones patológicas en nuestro organismo. Con ese procedimiento, sin rompernos ni mancharnos, pueden los médicos meterse en todos los rincones de nuestro cuerpo y mirar con detalle lo que ocurre en ellos. Un verdadero milagro. 

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