‘Midlife’
Nicolás Parra Herrera
X: @nicolasparrah
El vaso puede estar medio lleno o medio vacío. Esta imagen capta lo que los anglosajones llaman el midlife. En otras geografías como la nuestra preferimos describir ese estado vital como la mitad de la vida o la mediana edad. El español no cuenta con una palabra para una experiencia humana tan singular como ese momento en el que el camino que hemos recorrido es igual o mayor que el camino que nos queda por recorrer. Esa experiencia de haber subido la montaña y llegar a la adultez para tener una visión panorámica y, a su vez, la ansiedad de que en adelante todo se ve cuesta abajo: nuestro cuerpo se deteriora, los proyectos profesionales que quisimos hacer nos abandonan; los caminos amorosos no tomados quedan apenas en la memoria como un contrafáctico, una huella; nuestras frustraciones y el sentido de culpa se agudizan por lo que hicimos o dejamos de hacer, y el horizonte de la muerte acecha lentamente. Esto es el midlife: el vaso medio lleno de vida y medio vacío de posibilidades. Mientras tomaba el café de la mañana, mi esposa me dijo: creo que estás (en realidad dijo “estamos” pero sentí que el mensaje iba dirigido solo a mí) llegando al midlife.
Días después un libro me encontró. Se trata de Midlife: A Philosophical Guide de Kieran Setiya, profesor de filosofía de Massachusetts Institute of Technology. Como era de esperarse, la portada es un vaso medio lleno pintado con un lápiz y el título evoca, sin duda alguna, al género de la autoayuda. Setiya no desmiente ese tufo de autoayuda, es más: echa mano indiscriminadamente de John Stuart Mill y Eckhart Tolle. Para Setiya, como para muchos otros, la filosofía es una herramienta para lidiar con las preguntas que en distintos momentos vitales nos acechan. En el midlife esas preguntas son del estilo: ¿cómo aproximarnos al remordimiento y la pérdida del pasado?, ¿cómo rearticular nuestras nociones de éxito y fracaso? o ¿cómo navegar el espacio entre la vida que tenemos y la vida que quisimos tener? Y claro, ¿cómo vivir la vida sabiendo que el camino por recorrer es quizás más corto que el recorrido? Esas preguntas nos hacen ver la irreversibilidad del tiempo junto la posibilidad de maniobrar, así sea sutilmente, antes del destino fatal.
El concepto de midlife, según Setiya, surge en 1965 con la publicación del ensayo Death and the Mid-Life Crisis del psicoanalista Elliott Jaques, en el que sostiene que la vida hasta ese punto ha sido una cuesta arriba con solo el horizonte en mente y ahora en la cúspide de la montaña solo se ve el descenso y a lo lejos el camino en la falda de la montaña, la muerte. Desde luego, antes de ese ensayo, muchos seres humanos han sentido que el horizonte de lo posible se transforma en el descenso de lo necesario. Pero a veces tenemos que nombrar las cosas para distinguirlas.
Setiya ofrece herramientas que podemos meter en nuestro morral para ver que el descenso está lleno de significado y plenitud. Sugiere, por ejemplo, cultivar el sentido de trabajar y cuidar cosas distintas de nosotros mismos. Las mascotas, los hijos, los padres y madres que nos necesitan, los proyectos políticos, sociales o intelectuales son todas razones válidas para vivir con un horizonte de sentido ajeno a nuestro yo. También propone reinterpretar la idea de sentir que en la mitad de la vida estamos perdiendo oportunidades como el trabajo que no tomé, la profesión que no estudié, el amor que no escogí (o que no me escogió), como síntomas de la excesiva riqueza de la vida en lugar de razones para devaluar nuestra existencia. Vivir es aceptar al proceso de ir perdiendo mundos, experiencias y proyectos de vida y al hacerlo darnos cuenta de la riqueza encarnada en la multitud de cosas que merecen ser valoradas y que no tuvimos el tiempo de experimentarlas directamente.
En lugar de vivir el midlife queriendo cambiar algún aspecto de nuestra vida como divorciarnos, cambiar de trabajo o vivir en otro lugar, debemos comprender que esas decisiones que hoy evaluamos como equivocadas nos han traído cosas que valoramos y de las que no queremos renunciar. Tenemos además el sesgo de sobrevalorar lo que no tenemos y devaluar lo que hemos conseguido. En definitiva, Setiya recomienda asumir la vida no solo queriendo obtener resultados y adoptar actividades que estén orientadas a un fin específico como escribir una novela, dictar un curso, comprar un carro o hacer un viaje, sino vivir esas actividades como fines en sí mismos independientemente del resultado. Lo importante no es trotar una maratón, sino estar presente en cada zancada cuando corremos.
Midlife es el fin del comienzo o el comienzo del fin. Un momento idóneo para examinar nuestra vida y recordar que este presente pudo no ser, que esta vida pudo ser distinta, no mejor ni peor. Distinta. Vivir con ese recuerdo es comenzar a envejecer. Aceptarlo es darnos cuenta de que la vida está a la vez aquí y en otra parte, pero nosotros no.
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