Literatura, cine y Derecho para fin de año
José Wilmar Patiño Ballesteros
En los caminos cruzados del arte, la literatura ha sido una fuente generosa para el cine. De grandes obras escritas han surgido clásicos del mundo audiovisual.
No se trata de una relación dependiente, más bien las películas han enriquecido los relatos escritos y traducido a imágenes los mundos creados, ampliando el público que reflexiona sobre la justicia, el Derecho y hasta qué significa ser abogado. (Lea: Jury Duty o cómo reírse de la justicia)
No son pocas las obras logradas, pero esta es una selección que vale la pena visitar antes de fin de año, empecemos.
Franz Kafka con El proceso convirtió en un tópico lo inasible y laberíntico de la justicia, y los claroscuros del director Orson Welles (1962) reforzaron ese ambiente opresivo de un sistema hecho para reprimir y deshumanizar al individuo, anticipando de alguna manera los totalitarismos del siglo XX y de nuestra época. (Lea: El Núremberg argentino)
Pero también existen modelos de conducta, de abogados con sentido de justicia. En Matar a un ruiseñor (1962), Atticus Finch defiende a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca. Los prejuicios raciales, el germen de la lucha por los derechos civiles y la integridad de los abogados son temas centrales en este clásico protagonizado por un Gregory Peck que representa la devoción por la justicia. (Lea: Tetris, diversión, riqueza y muerte)
En A sangre fría (1967), la masacre de la familia Clutter se convirtió en un clásico del nuevo periodismo norteamericano con la novela de Truman Capote. El proceso que lleva a la ejecución de Richard Hickock y Perry Smith se llevó al cine y el público comprendió un poco más lo que el autor quiso mostrar sobre la pena de muerte y la aplicación de justicia en EE UU. (Lea: Perry Mason para una época oscura)
Avancemos un poco más, al mundo de las grandes firmas, que bajo la pluma de John Grisham en muchos casos encubren la corrupción. La firma (1993) es un thriller lleno de escenas límite para el abogado Mitch McDeere, quien logra ingresar a un despacho con prestigio, pero que enfrentará el dilema entre ser exitoso y adinerado o ponerse del lado de la justicia.
En El lector (2008), un joven inicia su vida sentimental con una mujer mayor que le muestra lo que es el amor, pero también las dificultades de las relaciones; cuando ingresa a la carrera de Derecho descubre que será juzgada por crímenes de guerra nazis. La novela del escritor y juez Bernhard Schlink es llevada al cine como un ejercicio de memoria y sobre la dificultad de aplicar justicia en crímenes graves. (Lea: Pirámide estrato seis)
Un hombre asesina a un anciano y el abogado de oficio encuentra que no quiere defenderse ni explicar por qué cometió el crimen, con el tiempo descubrirá que su caso tiene relación con un doloroso episodio de la historia de la justicia alemana. La evasión del pasado y la necesidad de justicia es un tema que trata El caso Collini (2019), película basada en la novela del abogado Ferdinand von Schirach. (Lea: WeCrashed y el emprendimiento salvaje)
Ian McEwan escribió una novela en la que una jueza debe decidir si un menor de edad enfermo de leucemia al que sus padres niegan una trasfusión de sangre por ser Testigos de Jehová debe recibir tratamiento. En El veredicto (2017) la jurista resolverá el conflicto entre la justicia y la fe, pero en ello dejará sentimientos involucrados. (Lea: La salud es un negocio)
Este es un panorama reducido de la relación entre el arte y el Derecho que, por fortuna, cada año crece y ofrece nuevas visiones sobre la sociedad y la justicia.
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