Curiosidades y…
Lenguajes de signos
Antonio Vélez
No existe un lenguaje de signos universal. Los sordos, en diferentes países hablan lenguajes diferentes, y un sordo que aprende tarde uno nuevo lo habla con “acento foráneo”. Es interesante añadir que no hay una correlación apreciable entre capacidad para aprender lenguas habladas y capacidad para aprender lenguajes de signo. Se conoce el caso de políglotas que han desistido en su intento de aprender una lengua de signos, al comprobar lo difícil que les resulta, mientras que hay personas que no han sido capaces jamás de aprender otra lengua hablada, pero han quedado sorprendidas al ver lo fácil que les resulta el lenguaje de signos. Los que hablan por signos, y sobre todo aquellos para quienes es su “lengua nativa”, son muy hábiles para aprender, o al menos comprender, otros lenguajes de signos, en un grado que no se daría nunca entre los hablantes comunes.
Existe un notable paralelismo entre los lenguajes hablados y los gestuales, prueba de que son manejados por las mismas estructuras corticales. Aquellos que aprenden tarde a hablar por signos, es decir, después de los cinco años, nunca llegan a alcanzar un dominio de la gramática que sea fluido, impecable y natural, como el que logran quienes lo aprenden desde la cuna, sobre todo los que lo aprenden directamente de padres sordos. Se ha observado que en los casos muy raros de niños oyentes que, criados por padres sordos, aprendieron el lenguaje de signos como “lengua materna”, el proceso y los primeros pasos del desarrollo lingüístico son los mismos seguidos por los niños oyentes. A los dos años, sus vocalizaciones se asemejan a palabras simples, luego las perfeccionan y agrupan de dos en dos, más tarde de tres en tres... A los cuatro años, las palabras forman ya secuencias más largas, ordenadas casi exactamente como las que pronuncian los adultos, formando frases gramaticalmente correctas.
En el lenguaje de signos se presentan lapsus de las manos, en cierta forma similar a los de la lengua. Son transposiciones de términos o irregularidades notables en la estructura sintáctica, como ocurre con el lenguaje de signos en pacientes esquizofrénicos, especie de ensalada de signos, análoga a la ensalada de palabras de los hablantes locos, lenguaje llamado esquizofrenés. Es característico en estos casos que los signos se fragmenten, deshagan y rehagan, que se fabriquen neologismos y se produzcan raras deformaciones gramaticales.
En el lenguaje de signos hay aliteraciones cuando las dos manos describen términos a los que corresponden movimientos parecidos, similares a las que se dan entre los hablantes, y existen “trabalenguas”, como los de las palabras, que resultan de frases que exigen entrecruzamiento de las manos (trabamanos). Se puede traducir la poesía de los hablantes o recitarla en lenguaje de signos, pero además se puede hacer otra clase de poesía que por su dinámica motriz no tiene paralelo con la de los hablantes. Por ejemplo, cierto haiku en el lenguaje de los sordomudos, llamado summerh, comienza sobre la cabeza y baja con lentitud hasta llegar a la cintura. Al traducirlo al lenguaje hablado pierde toda su fuerza estética. Un conocedor comentaba: “Recuerda que el lenguaje de signos existe en una modalidad visual y espacial. Su poesía y su humor son tan diferentes de los que crea el lenguaje hablado, que es absolutamente asombroso y maravilloso cuando llegas a conocerlo”. Puede haber gracia y humor en el lenguaje de signos, y se logra con dobles sentidos, con juegos de signos equivalentes a los juegos de palabras o por medio de combinaciones de movimientos que resultan cómicas. Estas últimas no tienen equivalente oral.
Existe un paralelismo perfecto de anormalidades entre afásicos, por un lado, y por el otro, sordos que han sufrido trastornos en el lenguaje de signos como resultado de lesiones cerebrales. Los sordos pueden llegar a ser afásicos manuales cuando sufren embolias o accidentes cerebrovasculares que les afecten las mismas regiones que causan afasia en las personas normales. Se ha comprobado la existencia de equivalentes de las afasias de Broca, de Wernicke y otras, consecuencia de lesiones similares a las que provocan esas anomalías en pacientes hablantes. Cuando se produce un daño en la parte correspondiente al área de Broca, los síntomas son muy parecidos (buena comprensión del lenguaje, pero incapacidad de producir un habla fluida), y lo mismo ocurre con el área de Wernicke (problemas de comprensión y propensión a errores en el habla), mientras que los daños en el hemisferio derecho se traducen en deficiencias para manejar el discurso largo y hacerlo coherente.
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