Corte y Recorte
La Vicepresidencia y la religión
OSCAR ALARCÓN NÚÑEZ
Para los norteamericanos, la Vicepresidencia es una figura gris, sin ninguna importancia. John Adams decía: “Se trata de la función más insignificante que el ingenio humano ha podido inventar”. Sin embargo, uno de los últimos vicepresidentes que destruyó todas esas teorías fue Dick Cheney, quien lo fue de George Bush jr. Tuvo un verdadero poder, como se puede observar en una película que se está exhibiendo por estos día.
En Colombia, los vicepresidentes también tienen su historia. Por ejemplo, cuenta Eduardo Lemaitre que Ramón González Valencia renunció a la Vicepresidencia presionado por el presidente Rafael Reyes. Después del golpe de Estado que le dio Marroquín a Sanclemente, Reyes no deseaba que la historia se repitiera. Sabía que González Valencia era muy religioso y que en una de las guerras en que participó, ante la eventualidad de una derrota, se fue a rezar y le pidió al Altísimo que lo ayudara y que, si triunfaba, él hacía votos de castidad perpetuos. Logró su cometido y como buen religioso y pecador, en uso de buen retiro, se mantuvo célibe.
El presidente Reyes, que se las sabía todas, no tenía por qué ignorar esa promesa de un creyente como su Vicepresidente. Habló con el nuncio de Su Santidad, monseñor Francesco Ragonessi, para que le revocara esos votos de castidad a cambio de renunciar a la Vicepresidencia. Durante tres días, estuvieron debatiendo el tema en un encuentro en Duitama y al final accedió a dimitir. Cuentan que enseguida se fue a Paipa con su esposa y gracias a las aguas benditas y termales del lugar, volvió a sus interrumpidas costumbres conyugales.
Lo anterior está relatado por el historiador Lemaitre en su libro Reyes el reconstructor (Ed. Iqueima, Bogotá. 1952, págs. 267 y 268). Sin embargo, en las varias reimpresiones siguientes de su obra, le cambió el título (Rafael Reyes, biografía de un gran colombiano), y no volvió a aparecer lo del encuentro de Duitama.
¿Sería que desde el más allá, su pariente Soledad Román le recomendó a Lemaitre que no hablara más esas cosas que solo son de Dios?
De todas maneras, por cuestiones terrenales de los políticos, y no por las divinas, Ramón González Valencia fue presidente y durante su gobierno declaró el Año Santo. Los nortesantandereanos, a su vez, en su honor, bautizaron uno de sus municipios con su dirección telegráfica de entonces, Ragonvalia. Hoy tiene unos 7.000 habitantes. Luego ninguno de sus habitantes ha hecho promesas como la de González Valencia.
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